Pueblo narcotizado
El Heraldo, Tegucigalpa
Como si les hubieran aplicado una anestesia general, gran parte de los mexicanos se están volviendo insensibles ante la violencia.
Recuerdo que algo parecido ocurrió en Colombia a comienzos de los años 90; los extraditables mataban policías, jueces y periodistas, o explotaban bombas en lugares públicos sin distinción, pero la gente ignoraba los hechos. Era como vivir en dos países distintos: uno sumido en el miedo y el otro indiferente pregonando que nada sucedía.
Los políticos trataban de no perder su prestigio como gobernantes y algunos sectores de la sociedad los acolitaba, pretendiendo vivir en un paraíso.
Aunque cueste creer, México apenas está entrando en el túnel negro del caos criminal generado por los carteles de la droga.
Pronostican que a los 40 mil muertos que lleva la guerra del narcotráfico desde que asumió el presidente Felipe Calderón, se les sumarán 20 mil más antes de que termine su mandato. Calderón ahora practica deportes extremos, de alpinista y buceador, al protagonizar un documental turístico de México en televisión.
No le quito el mérito al mandatario de querer mostrar un país maravilloso, pero no se vale, como dicen los mexicanos, que diga: "la violencia no afecta el turismo"; sus paisanos lo conciben como un chiste cínico.
La anestesia social que vive México es una forma de complicidad, porque nadie puede negar los hechos atroces y el pánico que tienen los propios paisanos de ir a Acapulco, por ejemplo, donde las matanzas son constantes.
La violencia sucede frente a los ojos de todos y va en aumento, de acuerdo a cifras que me suministró el abogado José Antonio Ortega, laborioso luchador social y valiente al denunciar a un Estado incompetente.
En solo 3 años (de 2007 a 2010), la ciudad de Chihuahua, sufrió un incremento de homicidios dolosos de 1,635%; Torreón de 1,333% y Ciudad Juárez de 1,213%. Ni siquiera Medellín, en un período de 10 años, en la época más cruenta del narcoterrorismo entre 1983 y 1991, sobrepasó el 1,000% de aumento en los homicidios.
Esta amenaza de la violencia la viven otros países igual que México, como Honduras, Guatemala y Colombia. Muchos se preguntan ¿qué ha llevado a estas naciones a vivir tiempos tan funestos?
En foros internacionales sobre qué causa la violencia y la delincuencia, he concluido que es la miseria, el abandono estatal, la marginación y la indiferencia de la sociedad.
Pero hay un factor determinante que está íntimamente ligado: la impunidad. De acuerdo con el abogado Ortega, en México hay 300 mil órdenes de captura sin ejecutar.
La conclusión es que los gobiernos han fallado. No han sabido administrar justicia ni ejercer autoridad. La precariedad de políticas sociales y de educación han hecho que el pueblo tenga como alternativa laboral el crimen organizado. Ciertas autoridades han sido cómplices y la inmundicia los cubre hasta la coronilla.
Sin lugar a dudas, México va camino a un colapso social mientras los ciudadanos sobreviven narcotizados porque prefieren no reconocer que el futuro será peor.
Los mexicanos tienen el deber de cambiar ese destino y solo unidos lo podrán hacer, quitándose la anestesia a que han sido sometidos.
- 28 de diciembre, 2009
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