El segundo mandato de Cristina
Cuando le pregunté a un grupo de diez influyentes empresarios durante un almuerzo si creen que la presidenta Cristina Fernández de Kirchner intensificará o moderará sus impulsos populistas tras su esperada victoria en las elecciones del 23 de octubre, una mayoría —seis de ellos— levantaron la mano indicando que temían que la mandataria se radicalizará aún más.
En la conversación que siguió, los pesimistas adujeron tres razones.
• Primero, dijeron, la presidenta se siente envalentonada por la enorme cantidad de votos que conquistó en las elecciones primarias del 14 de agosto. Obtuvo más del 50% de los votos, 38 puntos por encima de su rival más cercano.
• En segundo término, dijeron, se sentirá tentada de nacionalizar empresas o confiscar ganancias del sector privado porque las cuentas del gobierno no cierran. Pese a beneficiarse de la mayor bonanza económica en muchas décadas, gracias a los altos precios mundiales de las exportaciones de soja, el gobierno ha gastado mucho más allá de sus ingresos.
Fernández de Kirchner y su fallecido esposo, el ex presidente Néstor Kirchner, han creado programas sociales que entregan dinero a millones de personas sin requerirles trabajar ni estudiar, y han subsidiado enormemente la electricidad, el gas y el transporte público.
Los pasajes de autobús en esta capital, por ejemplo, han estado congelados durante varios años a unos 30 centavos de dólar el viaje, en un país en el que la mayoría de las cosas son más caras que en Estados Unidos. Los argentinos están en una parranda de compras, y compran de todo, desde autos y plasmas hasta departamentos en Miami.
Pero, al igual que otras veces en la historia argentina, la “fiesta” populista llegará a su fin porque no hay dinero para pagarla, dijeron los pesimistas. Cuando Fernández de Kirchner se ve obligada a elegir entre recortar los subsidios y nacionalizar empresas, optará por la última alternativa para mantener vivo lo que ella llama su “modelo” económico, dijeron.
• En tercer lugar, su propio viceministro de economía, Roberto Feletti, dijo recientemente que el gobierno “profundizará el modelo”, un eufemismo del aumento del control estatal sobre la economía, recordaron algunos de los seis pesimistas.
Horas más tarde, le comenté los resultados de mi improvisado sondeo entre los empresarios a Alberto Fernández, el ex jefe de gabinete de la presidenta, quien pese a un reciente choque con el gobierno, según me dijo, había votado por Fernández de Kirchner en las primarias del 14 de agosto.
“Las posibilidades de una radicalización son cada vez menores”, me dijo Fernández, agregando que los gobernadores y otros jefes del partido gobernante se opondrían a medidas extremas. “El Partido Justicialista (gobernante) va a estar pensando cómo ganar las elecciones del 2015. Crear conflictos no le conviene”.
Pero el ex jefe de gabinete advirtió que el gobierno tiene “un gen suicida” que a veces lo lleva a actuar impulsivamente cuando se siente muy fuerte, como por ejemplo cuando arremetio contra los productores agropecuarios hace tres años, o cuando acusó a la CIA por el escándalo del maletín con $800,000 en efectivo traídos por una delegación oficial venezolana durante la última campaña presidencial. Fernández agregó que: “Siempre hay un peligro de que el gen suicida asome”.
Otro conocido miembro del partido peronista, muy próximo a la presidenta, me dijo que lo más probable es que la presidenta modere sus tendencias populistas en su segundo período presidencial. Es cierto que el gobierno no podrá mantener los subsidios actuales para el transporte, pero resolverá ese problema aumentando los boletos de autobús, y compensando al mismo tiempo a los sectores más pobres con subsidios en efectivo para ellos, dijo.
También desestimó la declaración del viceministro de economía sobre “la profundización del modelo”, señalando que se trató de una boberia dicha por un funcionario menor que, además, pronto dejará su cargo para desempeñarse como congresista.
Mi opinión: Tiendo a no compartir la opinión de que Fernández de Kirchner se moverá aún más hacia un populismo disparatado como el de Venezuela, Bolivia o Ecuador. Es difícil ser populista cuando uno no tiene dinero, ni alguien dispuesto a ofrecer un salvataje financiero.
El contexto internacional ha cambiado, y Fernández de Kirchner ya no puede contar con el presidente venezolano Hugo Chávez para rescatar a la Argentina, tal como lo hizo pocos años atrás. Venezuela tiene sus propios problemas financieros, y Chávez necesitará usar el dinero que tenga disponible para tratar de ganar las elecciones del 2012.
Si el gobierno argentino quiere mantener la juerga consumista, evitar una hiperinflación, tener feliz a la población y permanecer en el poder, tendrá que empezar a tratar de reducir la fuga de capitales y atraer inversiones domésticas y extranjeras. Si el “gen suicida” no aflora, el sentido común me dice que, en aras de su propia supervivencia en el poder en el 2015, optará por evitar hacer locuras que a la larga dejarían al país cada vez más pobre.
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