¿Cristina presidenta para siempre?
La impresionante victoria de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner en las elecciones primarias del 14 de agosto prácticamente garantiza que será reelecta en las elecciones presidenciales del 23 de octubre, pero no es probable que intente seguir el modelo venezolano de cambiar la Constitución para perpetuarse en el poder.
Contrariamente a lo que están diciendo algunos políticos de la oposición, lo más probable es que no tenga suficiente poder como para intentar cambiar las leyes para ganar un tercer mandato, según me dijeron varios analistas cercanos a las esferas del poder. Lo que es más, la presidenta tendrá que enfrentar una avalancha de problemas económicos y políticos en cuanto inicie su nuevo período de gobierno en diciembre, según afirman.
Es cierto que el margen de su victoria en las primarias del 14 de agosto asombró incluso a sus partidarios más optimistas. Conquistó más del 50 por ciento del voto nacional, dejando muy por detrás al segundo, Ricardo Alfonsín, que sólo ganó el 12 por ciento de los sufragios.
Aunque se esperaba que Fernández de Kirchner ganara —la economía argentina ha estado creciendo rápidamente en los últimos años gracias a los precios record mundiales de sus exportaciones de soja— pocos analistas habían previsto una victoria tan amplia. Su gobierno había sido salpicado por varios escándalos de corrupción en los últimos meses, y había perdido las importantes elecciones locales en el curso de los dos últimos años.
Políticas populistas
Pero muchos argentinos que se benefician de las políticas populistas de Fernández de Kirchner — incluyendo millones que reciben subsidios sin necesidad de trabajar — decidieron no apoyar a candidatos opositores por temor de que estos últimos eliminaran los subsidios gubernamentales.
Además, Fernández de Kirchner proyectó una imagen más conciliadora que su fallecido esposo, el ex presidente Néstor Kirchner, y suscitó la simpatía de muchos sectores de la población por su drama personal: el de tener que conducir una nación en medio del duelo por su esposo.
“Una viuda no es alguien que te vaya a agredir”, me dijo el encuestador de la oposición Jaime Durán Barba, señalando que la presidenta hizo campaña con vestimentas de luto. “Una viuda es alguien inerme, con quien es fácil solidarizarse”.
La ideología no jugó prácticamente ningún papel en estas elecciones, agregó Duran Barba. Una encuesta nacional reciente reveló que al 90 por ciento de los argentinos no les importa si el próximo presidente será de izquierda, o de derecha, señaló.
Cuando pregunté a varios ex colaboradores de la presidenta por la especulación de algunos políticos de oposición de que Fernández de Kirchner seguiría los pasos de sus colegas de Venezuela, Bolivia y Ecuador, y buscaría una reforma constitucional para perpetuarse en el poder, la mayoría me aseveró que eso no ocurrirá.
Alberto Fernández, ex jefe de gabinete de Fernández de Kirchner, me dijo que “ella no va a querer cambiar la Constitución, porque eso no está en ella”. Y agregó. “Ella va a querer irse como (el ex presidente brasileño Luiz Inácio) Lula da Silva, con la elección de algún protegido de ella”.
Además, aunque gane en octubre con un 50 por ciento del voto, Fernández de Kirchner no tendrá la mayoría en el Congreso como para cambiar la Constitución y permitir su reelección permanente. Su partido peronista controlaría menos de la mitad de las 247 bancas de la Cámara de Diputados, y muchos de los legisladores de su partido responden a gobernadores provinciales que quieren ser ellos mismos candidatos a la presidencia, me dijeron otros ex funcionarios del gobierno.
Mi opinión: Será muy difícil que Fernández de Kirchner intente convertirse en presidenta vitalicia, suponiendo que ese sea su deseo. Las condiciones internas y externas le serían adversas.
En retirada
Internamente, a partir de su inauguración el 10 de diciembre sería vista como una política en retirada por los poderosos capitanes políticos del partido peronista, que no dejarán a sus leales en el Congreso nacional votar por un cambio constitucional que pudiera permitir su tercer mandato presidencial.
Y lo que es más importante, no tendría suficiente dinero para comprar el apoyo de los gobernadores y otros líderes de su partido para un proyecto de esa naturaleza.
El gobierno de Fernández de Kirchner ya ha gastado más de lo que dispone, y muchos economistas temen que deberá empezar a eliminar subsidios en el curso de los dos próximos años. Para empeorar las cosas, el presidente venezolano Hugo Chávez ya no podrá rescatar financieramente a Argentina, porque tiene sus propios problemas económicos — y de salud — en casa.
Lo más probable es que Fernández de Kirchner tenga que concentrar todas sus energías en tratar de mantener a flote la economía argentina, y evitar un descalabro. No tendrá los medios ni el poder necesario para embarcarse en planes más ambiciosos. Eso es bueno para Argentina, y también será bueno para la presidenta.
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