Cuidado con los rótulos
El Tiempo, Bogotá
Tal vez por haber sido responsable de ellos y más tarde su víctima, no me gustan los rótulos infamantes que se lanzan contra una posición política. Prefiero que esta última sea objeto de un debate limpio y abierto. Digo esto a propósito de la expresión "mano negra" que le escuchamos al presidente Santos y que ha sido jubilosamente acogida por los columnistas de izquierda para calificar a quienes no comparten su posición.
Este rótulo encubre una peligrosa confusión. Estaba inicialmente destinado a quienes han expresado objeciones a la ley de víctimas y a otras iniciativas del Gobierno, además de señalar el incremento de la inseguridad. Luego, la misma expresión se hizo extensiva a los autores de crímenes para impedir la restitución de tierras a sus legítimos propietarios. A estos criminales sí les cabe la expresión de "mano negra". A los primeros, no. Fernando Londoño, Miguel Gómez, Nieto Loaiza y otros cuantos amigos de la misma línea política no cuestionan el propósito de la ley de víctimas, sino sus costos y su viabilidad, objeciones que merecen un debate sin rótulos siniestros de por medio.
La inseguridad es otro cuento. Es visible, no hay duda. Basta ver los noticieros de televisión. Pero no encuentro justo responsabilizar de ella al presidente Santos. La reaparición de la guerrilla obedece a dos fenómenos. El primero es la desmoralización de oficiales y soldados cuando, al derogarse el fuero militar, quedaron en manos de una justicia ordinaria que la guerrilla sabe manipular. Muchos de ellos prefieren permanecer en sus guarniciones. El otro fenómeno es la nueva estrategia de 'Alfonso Cano' de poner muchas de sus acciones en manos de milicianos bolivarianos que no usan uniformes y se camuflan fácilmente en la población rural.
Pero, volviendo a los rótulos, yo decía que alguna vez fui responsable de ellos. Y así ocurrió cuando era un impulsivo dirigente de las Juventudes del MRL, aliado de la Juco. De "mano negra" llegué a calificar a don Hernán Echavarría Olózaga, de quien más tarde sería su amigo y gran admirador de su posición política.
Luego yo mismo sería víctima de rótulos. Al compartir con Jean-François Revel, Octavio Paz, Aznar, Montaner, Enrique Krauze y los Vargas Llosa, padre e hijo, el mismo concepto contrario a un Estado paternalista -el "ogro filantrópico", lo llamaba Paz- y favorable a un modelo de desarrollo como el de Chile, apoyado en la educación, la seguridad jurídica, el auge de las inversiones, la apertura, las privatizaciones y un riguroso manejo fiscal, quedé primero calificado de "neoliberal" y luego de habitante de las cavernas de la extrema derecha.
Quien mejor puede comprender la injusta satanización de quienes no comparten los mitos de la izquierda fundamentalista es el propio presidente Santos. La tercera vía que compartía con Tony Blair rompió para siempre el viejo divorcio entre el modelo liberal de economía abierta y la socialdemocracia. Fue el punto de convergencia entre un centro derecha y un centro izquierda que ha permitido a Chile mantener la continuidad de una política con altos índices de crecimiento y grandes beneficios sociales. Es el mismo camino que siguieron los tigres asiáticos para llegar al primer mundo. Y, de paso, es también el que hoy sigue Brasil.
La real disyuntiva que afronta en la actualidad América Latina es la de seguir esta vía o la del populismo asistencial lanzado por Chávez, que explota el subdesarrollo cultural de las masas y que, con argumentos puramente emocionales, genera en ellas engañosas expectativas. ¿Seremos de la mano negra quienes tenemos esta visión? No lo creo. Pero será mejor guardar estos rótulos en los anaqueles del pasado.
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