Honduras: Entre Chávez, Correa y Lobo
El Heraldo, Tegucigalpa
La historia política latinoamericana es muy rica en parábolas y anécdotas. Una de sus más recientes enseñanzas fueron los episodios ocurridos en Honduras, Venezuela y Ecuador, a raíz de los golpes de Estado que violentaron dramáticamente sus procesos democráticos y de consolidación como estados de derechos.
La reciente decisión tomada por los países miembros de la OEA (Organización de Estados Americanos) de aprobar la reincorporación de Honduras al seno del organismo, luego de la suspensión producto del golpe de Estado contra su presidente Manuel Zelaya el 28 de junio del año 2009, trajo consigo la negación por parte del Ecuador y condicionada de Venezuela, quienes argumentan que Lobo es un presidente producto de un golpe de Estado, por lo cual no lo pueden reconocer hasta que los golpistas no hayan sido castigados.
Hagamos un poco de historia, pues parece que estamos sufriendo de mala memoria. El presidente de la República Bolivariana de Venezuela, al igual que Rafael Correa y Porfirio Lobo, son productos de un golpe de Estado, Chávez -a diferencia de Correa y Lobo- fue quien dirigió y protagonizó dicho golpe de Estado en Venezuela en contra del hoy fallecido presidente Carlos Andrés Pérez.
Rafael Correa fue ministro de Economía del gobierno golpista de Alfredo Palacio, a diferencia de Porfirio Lobo, quien no fue miembro del gabinete de Roberto Micheletti ni candidato apoyado por dicha fracción golpista.
Yo creo que con Honduras estamos jugando a ser más papistas que el propio Papa. Le estamos exigiendo a Lobo cosas que en Ecuador no estamos cumpliendo. ¿Dónde están los golpistas ecuatorianos, a cuál o cuántos hemos sometido a la justicia por tal crimen contra el orden democrático y la seguridad jurídica y política del Ecuador?
Rafael Correa fue ministro de un gobierno golpista, y Lobo ya era candidato presidencial inscrito cuando el golpe de Estado del 28 de junio, o sea, nunca tuvo nada que ver con dicho golpe ni fue ministro de nada del gobierno de Micheletti.
Para exigir respeto, muchas veces debemos predicar primero con el ejemplo propio.
Los presidentes deben saber medir sus acciones cuando afectan las relaciones con otros Estados. En Honduras hubo un pacto nacional, refrendado por las cuatro organizaciones políticas representadas en el Congreso Nacional, amparadas y legitimadas por la Procuraduría General del Estado, el Fiscal General de Honduras, la Corte Suprema de Justicia y el Tribunal de Garantías Constitucionales. En dicho pacto se sentaron las bases para la gobernabilidad y el sustento económico de la nación, allí se le dio salvoconducto y garantías jurídicas a los complotados en el golpe de Estado, a cambio de apoyar al nuevo gobierno y respetar sus decisiones.
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