México no está condenado al fracaso
Leyendo el nuevo libro de Jorge Castañeda, Mañana o Pasado: El misterio de los mexicanos, me llamó la atención su observación de que los mexicanos tienden a buscar soluciones individuales a los problemas colectivos, mientras que los estadounidenses y los europeos tienden a buscar soluciones colectivas a los problemas colectivos.
Castañeda, uno de los intelectuales más agudos de Latinoamérica y ex ministro de relaciones exteriores mexicano, dice que México sufre de un individualismo extremo que resulta evidente en la vida política, la arquitectura, las artes e incluso los deportes del país.
Los mexicanos no son buenos para el trabajo en equipo, afirma. No resulta sorprendente que México, uno de los países más grandes de la región, jamás haya ganado un mundial de fútbol, o que haya producido grandes músicos individuales —como Armando Manzanero, Juan Gabriel o Luis Miguel— pero no orquestas de fama internacional.
¿Pero acaso eso no se aplica también a la mayoría de los países latinoamericanos?, le pregunté a Castañeda en una entrevista. Después de todo, Argentina tiene al mejor futbolista del mundo —Lionel Messi— y sin embargo no ganó la Copa del Mundo del año pasado. Y Colombia tiene a la cantante Shakira, pero tampoco tiene orquestas de fama comparable, le señalé.
“Hay algo de cierto en que hay un individualismo latinoamericano en todos los países, pero creo que el individualismo mexicano va mas allá de los que podemos ver en otros países”, respondió, señalando que Argentina, Brasil, Uruguay y otros países latinoamericanos siempre han tenido mejores equipos de fútbol que México.
Castañeda citó el hecho de que cuando uno sobrevuela la Ciudad de México, ve una ciudad bastante horizontal que se extiende interminablemente, con casas individuales hasta donde alcanza la vista. En comparación, una vista aérea de Buenos Aires, Sao Paulo o Caracas muestra ciudades repletas de edificios de apartamentos.
“El mexicano no quiere vivir en un edificio de departamentos, porque no cree que sea suyo, y porque no quiere compartir un espacio publico con sus vecinos”, señalo. “Esto no es cierto en otras partes de America Latina.”
De manera similar, pocos mexicanos de clase media o alta viajan en el metro, o participan en asociaciones educativas, benéficas, religiosas o comunitarias. México ocupa el último puesto en un ranking de donaciones de caridad publicado por la Universidad Johns Hopkins, con tan sólo un 0.04 por ciento de su producto bruto interno dedicado a obras de caridad, señaló.
Cuando se enfrentan con problemas económicos o sociales, los mexicanos aprovechan su cercanía geográfica a los Estados Unidos para buscar la solución individualista por excelencia: la emigración.
“Su reacción es: ‘Yo me voy, ustedes quédense a arreglar este lío’ ”, agregó.
¿A que se debe esa cultura individualista? Castañeda citó entre otras cosas el hecho de que la conquista de América no fue una obra de España como país, sino de aventureros individuales, que a veces contaban con el apoyo de la corona y a veces no. Además, México ya tenía una estructura jerárquica antes de la conquista española, que daba poco lugar a la iniciativa individual.
¿Pero crees que los mexicanos están condenados por su historia, o por su cultura?, le pregunté. ¿No es eso un “determinismo cultural” que ha probado ser falso en muchos otros países que hasta hace poco se consideraban condenados al fracaso, como Singapur o India?, le pregunté.
“En un momento dado, la cultura, o el carácter nacional, o la identidad nacional, aunque a mi no me gusta ese termino, existe e incide enormemente en como funciona la gente”, dijo Castañeda. “Pero yo sostengo que eso puede cambiar, y que debe cambiar, porque México solo va a poder salir adelante si cambia eso”.
Mi opinión: Estoy de acuerdo. Ni México ni los demás países latinoamericanos están condenados por su historia, o por su cultura. Los países pueden cambiar. Ahí están los ejemplos de Singapur, Corea del Sur, Irlanda —incluso después de la actual crisis financiera— India y China, que parecían casos perdidos hace apenas cuatro décadas, y hasta padecieron hambrunas nunca vistas en Latinoamérica antes empezar a crecer sostenidamente en los últimos años.
Ya lo sé: muchos de ustedes estarán pensando que ninguno de estos últimos países está en Latinoamérica. Se equivocan: Chile, Costa Rica, y —con suerte— Brasil están entre varios países latinoamericanos que están creciendo y reduciendo la pobreza sostenidamente.
Lo que determina la prosperidad de un país es su nivel de consenso nacional en torno a temas básicos, como la necesidad de mantener la estabilidad, atraer las inversiones y mejorar sus estándares educativos.
No existe ninguna razón biológica por la cual el progreso mexicano o latinoamericano deba seguir siendo una cuestión de “mañana o pasado”. Se puede lograr ya mismo. Eso ya está ocurriendo en varios países, aunque por desgracia no en todos.
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