15 incómodas reflexiones sobre los «indignados»
La Vanguardia, Barcelona
No espero que este artículo se someta al debate dialéctico, sino que más bien sea un grato alimento para los profesionales del insulto, esos que, bajo el pasamontañas del anonimato, han convertido el lenguaje de las redes sociales en un homenaje al despropósito.
Pero como el artículo no está pensado para los bocasucia, sino para la gente que tiene interés en reflexionar –y que es la inmensa mayoría, aunque no hagan tanto ruido–, vale la pena escribirlo.
¿O resulta que gritar en la plaza implica tener más razón? Veamos, pues, las ideas que querría expresar sobre las acampadas.
Primero, hay motivos para estar indignado en un país con cinco millones de parados y enormes dificultades sociales.
Segundo, me parece bueno que esta indignación salga a la calle.
Tercero, eso no significa ni que todos los acampados digan cosas razonables, ni que todas las propuestas sean digeribles. Algunas nos llevarían directamente a la jungla.
Cuarto, ni todos los indignados son espontáneos ni todos representan la indignación de la gente.
Quinto, el intento de apropiación de algunos partidos llega al surrealismo de las declaraciones de Joan Herrera a Josep Cuní, asegurando que la verdadera democracia está en la plaza Catalunya. ¡Magnífico! ¿Y qué hace este hombre con un carnet de diputado? Que lo devuelva y se vaya corriendo allí donde está la democracia, y no en los parlamentos legítimamente constituidos.
Sexto, el servilismo de muchos medios de comunicación es tan desmesurado que algunos parecen los convocantes de la acampada.
Séptimo, se ha instaurado una especie de dictadura del pensamiento único que envía a los infiernos de la maldad reaccionaria cualquier disidencia con el movimiento.
Octavo, algunos nostálgicos del “contra Franco y contra los grises” han revivido su adolescencia mal digerida.
Noveno, la ocupación del espacio público no puede durar eternamente, porque aprender que la calle es de todos nos ha costado siglos de civilización.
Décimo, si aceptamos que se pueden convertir las plazas públicas en acampadas permanentes, tendremos que permitirlo siempre, tanto si lo piden para reflexionar sobre la cienciología como si quiere ocupar la calle la extrema derecha para explicar la maldad de la democracia actual, versión el lado oscuro.
Undécimo, si la policía pide entrar en una plaza para sacar objetos de riesgo, a las puertas de una celebración multitudinaria, los ocupantes lo deben permitir.
Duodécimo, si no lo permiten, la policía los tiene que sacar a la fuerza.
Decimotercero, la criminalización de la policía democrática sólo lleva al caos.
Decimocuarto, si algunos de los que defienden la protesta son los que tienen que mejorar de la democracia, ¡pobre democracia!
Y, finalmente, que alguien alce la voz por los comerciantes y vecinos afectados por las protestas. ¿O es que resulta que los daños colaterales no importan?
- 23 de enero, 2009
- 23 de diciembre, 2024
- 24 de diciembre, 2024
Artículo de blog relacionados
El autor presentará su último libro "El atroz encanto de ser argentinos 2"...
5 de mayo, 2007Por Armando Ribas Diario Las Americas Las próximas elecciones en Estados Unidos, en...
31 de octubre, 2008Por Kathryn Westcott BBC Mundo A las doce en punto del mediodía de...
1 de marzo, 2007- 18 de enero, 2013