Venezuela: El secreto iraní
La única explicación plausible que se tiene para la presencia en Venezuela de un número considerable de militares y técnicos iraníes, es la de que ella obedece a los planes de Fidel Castro para el continente americano. Aquí se quedarán los iraníes hasta que cambiemos de gobierno o, empujado por realidades que ya asoman, Chávez adopte a Obama como su “nuevo mejor amigo”. Pero si los persas traen sus cohetes de mediano alcance con ojiva nuclear, la salida de los iraníes será violenta y Venezuela sufrirá las consecuencias.
Iraníes y cubanos entran a Venezuela “por la libre”, a través de la rampa 4 (rampa presidencial) del aeropuerto de Maiquetía. De esa manera, miles de iraníes, incluyendo miembros de la guardia presidencial de ese país, se encuentran operando secretamente en nuestro país.
En 1962 Fidel estuvo a punto de destruir a Cuba cuando intentó construir en la isla una base para misiles rusos. La base fue detectada y denunciada. Se produjo la llamada Crisis de los Misiles, que puso al mundo al borde del holocausto cuando Fidel Castro solicitó a Nikita Khruschev que lanzara un ataque atómico sorpresivo contra ciudades americanas. Khrushchev se devolvió al borde del abismo, llevándose a casa sus misiles nucleares. El desequilibrado cubano nunca aceptó que gracias a la serenidad del líder ruso Cuba se salvara de ser convertida en escombros. Tuvo que hacerlo él mismo en cincuenta años de tiranía. Ahora repite el experimento en Venezuela.
La historia de los misiles, que llenó de angustia al mundo en 1962 y es el capítulo más dramático de la Guerra Fría, comienza a reproducirse en Venezuela. Según el respetado diario alemán “Die Welt”, está decidida la construcción de una base misilística iraní en la Península de Paraguaná. Esa ubicación sería excelente para los planes de Fidel Castro, pero no para Venezuela, por su proximidad a las refinerías.
En la zona de Falcón señalada por el diario alemán existe o existió una estación de radar de la FAV, en el cerro Montecano, desde donde se domina el Caribe. Este radar podía detectar cualquier intento de ataque cubano o ruso. Probablemente sea el sitio elegido, pero otras fuentes mencionan la Base Aérea Cap (Av.) Manuel Ríos, sede del control en tierra del Satélite Simón Bolívar. Por razones no muy claras, esta instalación militar ubicada Carrizales, cerca de El Sombrero, en el Estado Guárico, se ha convertido en un enclave de cubanos, bielorrusos e iraníes. No se ha dicho lo que hacen allí.
Política de silencio
Luego que El Nuevo País reprodujo la información de “Die Welt” sobre la existencia de estas bases, el Gobierno Nacional guardó silencio sobre el tema y el Presidente de la República evitó presentaciones públicas. La primera reacción fue indirecta, extraoficial y vino de una fuente inesperada. El teniente general retirado Jesús Gregorio González González, ex jefe del Comando Estratégico de la FA (*), negó que hubiese un pacto con los iraníes y aclaró que los misiles que se están instalando son de origen ruso. Esto puede ser técnicamente cierto y, dicho sea de paso, sugiere violación de una disposición de las Naciones Unidas. Pero lo que interesa a este análisis es que no niega la existencia del pacto que se firmó en Teherán en octubre del año pasado durante la visita de Chávez a Irán.
Tras las declaraciones exploratorias de González, el Gobierno lanzó al ruedo al vicepresidente Jaua. Este personaje negó la existencia de las bases, amenazando de paso al medio de comunicación que dio la noticia en Venezuela. Pero la información siguió propagándose a velocidad viral. El régimen mandó un mensaje más contundente cuando funcionarios de Fundacaracas acompañados por efectivos policiales intentaron expropiar el edificio donde funciona la rotativa de “El Nuevo País”. Por la desorganización que les es propia, la operación resultó una chambonada y la repulsa que comenzó a ser internacional los obligó a tocar retirada. Pero el mensaje amenazador para todos los medios de comunicación venezolanos ha quedado allí, fuerte y claro.
(*) Cuando se firmó el pacto de Teherán el general González González (no confundir con otro general de los mismos apellidos que tiene una posición política opuesta al que nos ocupa), ya estaba retirado. Este vocero espontáneo del oficialismo es un oficial de blindados de poca relevancia. Chávez lo controla, como a Henry Rangel Silva, desde que eran sus cadetes favoritos en la Academia Militar. En diciembre de 1989, siendo yo Comandante General del Ejército, lo detuve junto con un grupo de 18 mayores que planeaban dar un golpe encabezados por Hugo Chávez. Para la época el mayor González era plaza del Regimiento de la Guardia de Honor, nada menos que 2do comandante del Batallón de Seguridad Presidencial. Su verdadero jefe era el mayor Hugo Chávez Frías, que trabajaba en la acera de enfrente de Miraflores, Departamento de Seguridad y Defensa, Palacio Blanco. En esa oportunidad González tenía asignada la responsabilidad de detener al presidente al bajar del avión en Maiquetía. El 4F este oficial no se alzó porque no tenía mando de tropa. El presidente Pérez, mal aconsejado por su entorno, se “auto-suicidó” ordenando que se pusiera en libertad a estos conspiradores, los mismos que luego darían el golpe del 4 de febrero de 1992.
- 23 de enero, 2009
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