España: ¡Sálvese quien pueda!
La campaña electoral más predecible e inane de la historia se ha convertido a última hora en la más movida e incierta. Pero esa no es la única sorpresa. Los vástagos de la izquierda han dado al Gobierno socialista un susto de muerte con sus acampadas. Por si ello fuera poco, la jornada de reflexión se convirtió en jornada de movilización, pese a estar prohibido. Claro que eso no es nuevo. ¿Recuerdan las concentraciones ante las sedes del PP la víspera de las elecciones de 2004? Y es que en España no se cumplen las leyes. Es más, los primeros en no cumplirlas son a menudo los encargados de velar por ellas. Pero ese es otro asunto. ¿O es el mismo?
Como no quiero marear más al lector, que bastante mareado debe ya de estar, vamos a tratar de poner un poco de orden en la baraúnda reinante. «Revolución en España», titulan los periódicos extranjeros, mostrando su habitual despiste sobre nuestros asuntos. Vamos a ver, ¿qué piden los acampados en Sol y en otras plazas españolas? Pues piden que continúen las subvenciones, los subsidios, las becas, las ayudas de todas clases, y que se retiren las medidas de ajuste, incluido el Plan Bolonia, que obliga a estudiar más. O sea, que todo siga como estaba. ¿Es eso una revolución? No. Es justo lo contrario, es oponerse a todo cambio, no importan las circunstancias. Reacción pura. La izquierda antisistema se levanta contra la izquierda dentro del sistema —tan dentro que está al frente del gobierno— para impedirle que cumpla lo que le impone Bruselas, después de tres años de manejar desastrosamente la economía española. Estos «revolucionarios» no quieren derribar el actual modelo de Estado, al revés, quieren conservarlo. Afán tan loable como inútil, porque el Estado de Bienestar no puede sostenerse en su actual configuración. Pero vaya usted a convencer a un chico al que le han enseñado desde la escuela que todos esos regalos están incluidos en los derechos constitucionales y que cuando ha acabado la carrera le dicen que tiene que irse a trabajar a Alemania, como se fue su abuelo sin carrera. Nada de extraño que le importe un bledo la suerte de un Gobierno socialista que le ha llevado aquí. La revolución ya no devora a sus hijos. Hoy, son los hijos quienes devoran a la revolución. Con Rubalcaba, aprendiz de brujo, por algo es químico, tratando de devolver el genio a la botella, algo imposible una vez fuera, y Rajoy temblando ante la posibilidad de que empañe su victoria por goleada.
Desde la lejanía que lo contemplo, esas acampadas tienen el aspecto de un barco que se hunde. El barco es el PSOE, donde suena el grito de ¡sálvese quien pueda! Los jóvenes son los primeros en abandonarlo, entonando las viejas consignas, mientras el director de la orquesta que toca en cubierta es naturalmente Zapatero.
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