El desafío de Correa: gobernar un país cada vez más polarizado
QUITO.- A ocho días del controvertido referéndum impulsado por el presidente Rafael Correa, y a pesar de que aún no hay resultados definitivos, nada detenía ayer en esta ciudad la campaña por el sí, sostenida por una enorme maquinaria publicitaria y mediática desplegada desde hace meses por el gobierno.
Pero en lugar de pedir el sufragio a favor de las heterogéneas iniciativas promovidas por Correa (desde la reforma del sistema de medios y del Poder Judicial hasta la prohibición de las corridas de toros), ahora la intención oficial es difundir en la población la idea de que el triunfo fue contundente, cuando en rigor -y si bien nadie lo espera- todavía existe la posibilidad matemática de que el presidente sea derrotado en varias iniciativas.
Prueba de eso fue, por ejemplo, que el diario oficialista El Ciudadano fuera distribuido ayer gratuitamente y en forma masiva en la bellísima plaza colonial de San Francisco, la principal de esta ciudad, con el título de tapa "El pueblo dijo sí", a pesar de que, con más del 87% de los votos escrutados, el oficialismo se imponía levemente en las 10 iniciativas sometidas a consulta popular en medio de denuncias de fraude de algunos opositores.
Además, si se suman los sufragios de quienes rechazaron las 10 propuestas gubernamentales (que superan el 40%) y la cantidad de los votos en blanco o impugnados se logra más del 50% de los sufragios contrarios a la iniciativa oficial que, según afirman los opositores, está hecha a medida de un gobierno que procura silenciar a la prensa y reducir a la nada la independencia de la justicia.
Justamente en estos dos asuntos -la creación de un ente para regular los medios y de un consejo de la judicatura de transición para depurar a los jueces- es donde se están registrando los resultados más cerrados.
Es una verdad silenciosa e incómoda para el gobierno: el país está cada vez más polarizado y dividido en torno de la figura de Correa, que no concentra los apoyos de antaño y tiene cada vez más dificultades para imponer su agenda de reformas.
Todo esto queda en evidencia en las pintadas en el centro histórico, que piden "No a la corrupción"; en los testimonios de algunos quiteños que admiten, a veces por lo bajo, estar muy "resentidos" por la voracidad impositiva y los presuntos actos ilícitos de los "amigos" del gobierno, e implícitamente en el hecho de que no había festejos oficialistas por los resultados de la consulta popular.
El sábado 7, el mismo día del referéndum, el gobierno debió suspender un acto en la céntrica avenida De Los Shyris cuando los resultados fueron muy diferentes del contundente triunfo del 20% que pronosticó el mandatario, sobre la base de una polémica encuesta en boca de urna que había encargado él mismo.
Muy lejos de las celebraciones políticas, muchos quiteños se movilizaron ayer al centro, pero para concurrir a la procesión de Nuestra Señora de los Dolores, de la que son muy devotos los ecuatorianos. Por eso, quienes recibían más atención ayer no eran los diarieros de El Ciudadano, sino quienes vendían paraguas para protegerse del intenso sol con el improbable grito de "sombrillas a dos dólares".
Si bien no se sabe aún cómo hará Correa para imponer algunas de sus iniciativas -requiere el apoyo de la Asamblea Nacional, donde le faltan cinco parlamentarios para tener la mayoría y algunos se rebelan en su propio bloque-, el mandatario insistió la semana pasada en que el triunfo "fue contundente". Su reacción fue una gran decepción para quienes esperaban que diera marcha atrás en su estilo de gobierno "a todo o nada", que se caracteriza por construir poder a partir de la confrontación con los opositores.
Todos felices
"Como estadista, mi deber es dar la mayor cantidad de felicidad a la mayor cantidad de gente -ironizó Correa el jueves pasado-. Nosotros estamos felices porque tenemos una clara victoria electoral y la oposición también está feliz porque esperaba perder por más."
Por otra parte, lejos de mostrarse conciliador, el presidente ecuatoriano amenazó con destituir a los asambleístas díscolos que ya dijeron en los últimos días que no acatarán los resultados electorales y desafiaron al presidente a que convoque a la "muerte cruzada", mecanismo previsto en la Carta Magna ecuatoriana que faculta al presidente a disolver el Congreso si llama a elecciones.
La tarea de contarle al mandatario que la victoria no fue tan clara como él cree corrió por cuenta de Humberto Cholango, presidente de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie), anteriormente aliada del mandatario pero actualmente muy distanciada de él.
"Lamento decirle al presidente que esta vez hemos ganado", declaró Cholango, que suele definir la gestión de Correa como "un gobierno neoliberal", en una entrevista con el diario El Comercio.
Junto con Alberto Acosta y Gustavo Larrea, dos ex funcionarios de Correa que hoy son opositores, Cholango es uno de los grandes ganadores de la consulta, dado que el movimiento indígena, que hasta ahora tenía capacidad de movilización pero no lograba resultados contundentes en las urnas, fue un factor fundamental para que toda la zona central y casi todo el este del país votaran por el no.
Para peor, en otro revés para Correa, la justicia liberó anteayer, tras siete meses de reclusión, al coronel César Carrión, arrestado luego de declarar a la CNN que el presidente no fue secuestrado en el hospital policial en el que estuvo internado con principio de asfixia tras enfrentar personalmente la asonada del 30 de septiembre pasado.
Correa impulsó el procesamiento del coronel porque sus declaraciones desacreditan la versión oficial de que los hechos del 30 de septiembre pasado constituyeron un intento de golpe de Estado, aceptada, sin embargo, por la Unasur y la OEA. Ahora, en lugar de obtener un triunfo contundente, el mandatario se enfrenta a un fallo judicial que desacredita más su versión.
Y hay más contradicciones: Correa es calificado por algunos de sus ex aliados como "neoliberal" pese a que el propio mandatario afirma que su gobierno marca el fin de la "larga y triste noche neoliberal". Además, el presidente, que se caracteriza por vestirse con trajes de reminiscencias aborígenes, está muy enfrentado con los indígenas y habla de revolución ciudadana, a pesar de que muchos ecuatorianos lo acusan de querer hacerla sin los ciudadanos.
Ni siquiera parece haberle quedado el viejo rótulo del "socialismo del siglo XXI": su aliado, Hugo Chávez, brilla por su ausencia y el teórico que acuñó ese concepto, Heinz Dieterich, dijo hace unos días que ninguno de los dos avanza en esa dirección.
Pero Correa no acusa recibo y promete seguir adelante, aun sin apoyo, con sus controvertidas reformas.
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