Un sesudo análisis de la era K
La aparición de un nuevo libro de Beatriz Sarlo supone siempre una excelente noticia. En lo personal, le profeso una especial admiración como pensadora, notable ensayista y arquetipo de intelectual comprometida con su país, con su tiempo y sus ideas.
En esta oportunidad, se trata de La audacia y el cálculo. Kirchner 2003-2010 (Sudamericana, Buenos Aires, 2011) que, como la autora señalara recientemente en una entrevista a La Nación, se inscribe en el marco de un proyecto que la acompañó toda su vida: el de “entender al peronismo” y entenderlo, en su caso, desde “la perspectiva de un historiador de la cultura al que le ha tocado como objeto el presente”.
Es que el kirchnerismo constituye, para Sarlo, una de las tantas variantes del peronismo que, como se ha dicho en forma reiterada, puede ser a la vez conservador o revolucionario, de izquierda o de derecha, intervencionista o partidario de libre mercado, porque al cabo sus diversas ramas responden todas a un mismo linaje: el que identifica a la política con la preservación del poder a cualquier precio.
Proveniente de la izquierda revolucionaria y ubicada hoy en una posición que, junto a la bandera de una democracia más inclusiva, enarbola los valores de la República y la calidad institucional, Sarlo se manifiesta convencida de que el kirchnerismo, pese a su afán monopolizador, “no es el único progresismo posible en la Argentina real”. Entre otras razones por su evidente desconocimiento de esos valores en cuya ausencia la política se transforma en decisionismo puro, es decir, en paradigma de la “antiinstitucionalidad”: un género donde el personalismo y la aclamación van de la mano con un “discurso de oposiciones netas” y una concepción del presente según la cual “se gobierna siempre en estado de excepción”.
Escribe Sarlo: “… Como a la juventud peronista radicalizada, al kirchnerismo no le importan las formas ’burguesas’ institucionales de la política. En 1973, este desprecio se alimentaba de la confianza en que las masas, siguiendo un élan
revolucionario, desarrollarían formas más profundas e igualitarias de gobierno; la conducción del general Perón sería desbordada por el movimiento del pueblo (que respondería a la vanguardia armada). Hoy, en cambio, significa que la república institucional, siempre incómoda para el peronismo, es reemplazada por un Ejecutivo poderoso, implacable y concentrado en la figura presidencial.” Es difícil encontrar una radiografía más lúcida y exacta sobre régimen que gobierna a la Argentina desde hace casi ocho años y que, según todos los sondeos (y en parte gracias a una oposición que no supo estar a la altura de las circunstancias), tiene todavía para rato.
- 17 de enero, 2025
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