Guatemala: Somos votantes desconfiados
La primera encuesta realizada por Siglo.21 y Vox Latina revela a un electorado desconfiado, pero, paradójicamente, dispuesto a acudir a las urnas. No cabe duda de que las pasadas experiencias en el terreno político nos han curtido.
Vemos que un 19.5% de los encuestados no sabría por quién votar si la elección fuera hoy. Cuando se les preguntó si votarían en septiembre, sólo un 3.4% respondió que no lo hará, pero 57% expresó la intención de emitir un voto, aunque aún no sabe a cuál candidato presidencial favorecerá. Es decir que los guatemaltecos deseamos participar en el proceso democrático pero no tenemos preferencias definidas. La indefinición puede deberse a varias razones: desconfianza, insatisfacción, ignorancia o incluso prudencia.
La indecisión es compartida: un 27.80% dijo no saber quién ganará la Presidencia, con base en lo que escucha entre amigos y en la calle. Y tiene fundamento, pues un tercio de los encuestados respondió que ningún candidato presidencial tiene “claro lo que quiere para el país”. Los candidatos aún no están comunicando al electorado planes de gobierno concretos, sino prometiendo las mismas perogrulladas. Ofrecen salud, educación, seguridad, solidaridad, bondad, empleos y más, sin explicar cómo alcanzarán estos objetivos. El 75.70% de los encuestados opinó que los candidatos presidenciales hacen ofrecimientos superficiales, no profundos. Con contadas excepciones, se asemejan los lemas partidistas en las vallas publicitarias y en anuncios radiales. Además, el escenario es complejo cuando hay una decena de concursantes, postulados por partidos de vaga ideología. El electorado quisiera ver candidatos honestos, responsables, trabajadores, morales y cumplidos, pero no percibe estas cualidades en los principales aspirantes.
Por otra parte, hemos aprendido que el bienestar propio y del país no depende enteramente del cambio político. Ante la pregunta “¿el país estará mejor, seguirá igual que siempre o empeorará después de las elecciones este año?”, casi la mitad contestó que seguirá igual, 26.8% respondió que mejorará y 15.4% que empeorará. Dejar de añorar al mesías político que nos liberará de todos los males terrenales es constructivo, pues de esa nueva convicción podrían nacer reformas al sistema electoral y político orientadas a minimizar los daños y costos que éstos imponen a la ciudadanía.
Lo más preocupante, sin embargo, es la sospecha de fraude. Un altísimo porcentaje de los encuestados, 65.9%, cree que en estas elecciones podría haber trampa. Denuncian que los partidos políticos compran votos o transportan a personas a los puestos de votación para que voten por ellos. Algunas autoridades municipales llevan a personas a empadronarse a otras comunidades, asumo que para que voten dos veces. Aun si fueran percepciones erradas, estas respuestas deben alarmarnos. Deben motivar acciones correctivas. Una cosa es ver con realismo a los políticos y otra distinta es erosionar la legitimidad de los medios democráticos para la pacífica alternancia en el poder.
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