América Latina: La inversión extranjera y las medias verdades
La reciente publicación por parte de CEPAL de un documento informativo titulado: "La inversión extranjera directa en América Latina y el Caribe, 2010", desató la habitual andanada de reflexiones que siguen a tales lanzamientos. Algunas evidentemente falsas y otras claramente verdaderas. Aunque la mayoría son medias verdades. Como siempre.
Las reflexiones se potenciaron porque, coincidentemente, en forma paralela se celebraba en San Pedro Sula un evento denominado "Honduras está abierto a los negocios".
Es oportuno, entonces, analizar el concepto de inversión "extranjera", adjetivo que ha servido en América Latina para justificar desde la xenofobia hasta el malinchismo. Es decir, desde leoninos maltratos jurídicos para desincentivarla hasta innecesarias exenciones fiscales para atraerla. Con la habitual bipolaridad de nuestros barrios latinos.
Paradójicamente, es la propia economía, con estadísticas poco conducentes, quien se encarga de distorsionar las cosas. Por ejemplo, cuando pone en un plano de igualdad a cualquier "inversión extranjera", sin discriminar si se trata de la compra-venta de activos existentes (por ejemplo, bancos en 2007/ 2008) o de la construcción de una central eléctrica nueva (no hay ejemplos nuevos, lamentablemente).
En efecto, la "inversión extranjera directa" en El Salvador en 2007 ascendió a más de 1,500 millones de dólares por la venta de entidades bancarias locales a HSBC, Citigroup, GE Capital, Scotiabank, y Bancolombia.
Tales ventas, que lejos de ser un dato negativo mostraron la confianza de los capitales internacionales en El Salvador, deberían sin embargo haber ido acompañadas, a los efectos estadísticos, de una columna paralela denominada "desinversión nacional directa", por igual monto. Porque la cifra importante para la generación de empleos y de crecimiento es la inversión neta. Sin adjetivos. Sin xenofobias ni malinchismos.
Una muestra de lo poco conducente de esas estadísticas que no discriminan entre una compra-venta de activos existentes y una inversión nueva es que el citado valor del año 2007 está totalmente fuera de línea con el promedio de los años 2000/2005, que fue de apenas 325 millones de dólares. Un promedio que, aún siendo bajísimo, deja en evidencia que los 89 millones de dólares del 2010 son ciertamente preocupantes.
El encuentro hondureño, por su parte, tuvo mucho de relanzamiento al mundo y de evento publicitario para generar confianza: la presencia del ex presidente colombiano Alvaro Uribe y del ex presentador de CNN Alberto Padilla no fue casual. La del magnate mexicano Carlos Slim, menos aún. Habría que desconocer la realidad reciente de Honduras para no entenderlo. Y ser muy ingenuo para no verlo.
Hace bien Honduras en buscar reposicionarse, y algunas de sus medidas aparentemente anti-burocráticas, como la creación de dos entes promotores de inversiones, deberían estudiarse. Pero de allí a tomar a Honduras como el paradigma de la inversión extranjera, cuando su máximo logro fue alcanzar una vez los 1,000 millones de dólares, hay un abismo. Hay que evitar la miopía de creer que el planeta termina en Centro América.
Existen ejemplos mucho mejores para tomar de referencia: Chile, por ejemplo, con 15,000 millones de dólares de inversión extranjera en 2010. Es cierto que en Sudamérica el viento de las materias primas sopla fuerte. No sopla, sin embargo, 150 veces más fuerte que en El Salvador.
Claro que además de las medias verdades, como la engañosa cifra de inversión extranjera del año 2007 y el supuesto paraíso hondureño, hay hechos incontrastables que no debieran ser ignorados.
Entre ellos, que El Salvador tuvo en 2010 un desempeño muy malo en materia de inversiones. No sólo extranjeras. Y que ese dato está en línea con el deterioro sistemático, que ya lleva varios años, de sus posiciones en dos rankings clave: el Indice de Competitividad Global (ICG), y el Doing Business (DB) del Banco Mundial.
No pueden desconocerse las causas, que incluso el mismo reporte de CEPAL cita en su página 112, indicando en primer término la inseguridad ciudadana. Y esa no es, por cierto, una media verdad. Es, desafortunadamente, una verdad completa.
Hasta la próxima.
El autor es Ingeniero, Máster en Economía (ESEADE, Buenos Aires) y columnista de El Diario de Hoy.
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