La Seguridad Social en Ecuador: No permitamos que humillen a los afiliados
Afiliarse, ya hemos visto a lo largo de la historia que no es “atrayente” para la ciudadanía sobre todo porque lo que recibiríamos a cambio no nos motiva. Estamos obligados a permanecer en sistema que de seguridad no tiene nada y de social, ¡menos!
Llamar a las 3 de la tarde, 1 de la mañana, 4 de la madrugada no es una opción si se necesita conseguir una cita en el Call Center del IESS. Independientemente de la especialidad que se requiera, este método que aparentemente sería para agilitar la atención al público se ha vuelto tedioso y humillante. En días pasados fui testigo de un caso. Una señora embarazada después de llamar insistentemente por varios días, finalmente logra la cita que quedó programada para las 8 am. Al acudir al centro de salud, se encuentra la sorpresa que aproximadamente cinco personas tienen la misma cita con el mismo doctor y a la misma hora. Pues, al parecer tenemos médicos muy eficientes que logran atender a varios pacientes simultáneamente o fue una falla de coordinación. Esto, mientras al otro lado del pasillo otro médico se ofrecía a ayudarle ya que no tenía ninguna cita programada. Después del respectivo “papeleo” de rutina, atendieron a la persona a las 10 de la mañana. Luego de la brevísima consulta, comienzan las respectivas colas para retirar medicamentos, programar citas para futuros análisis (dentro de 1 mes mínimo), retirar su historia clínica –escrita en un minúsculo papel recortado- entre otros tantos tediosos trámites. En fin, salió del centro de salud al medio día a pesar de que hospital se encontraba casi vacío.
Hoy en día los trabajadores del Ecuador deben aportar un total del 21.5% de su salario al Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social, 9.35% a nivel de empleado y el restante por parte del empleador. Es decir, si un empleado percibe el sueldo mínimo vital que se fijó en $264, lo que le aportaría a la entidad sería un alrededor de $50 mensuales. Monto que sin duda alguna no se ve reflejado en los “beneficios” que este obtiene y al que a ciencia cierta podría cada persona darle un mejor uso.
El IESS a lo largo de la historia ha sido catalogado como una entidad que no brinda un servicio eficiente y que mucho menos cumple la misión que profesa: proteger a la población urbana y rural, con relación de dependencia laboral o sin ella, contra las contingencias de enfermedad, maternidad, riesgos del trabajo, discapacidad, cesantía, invalidez, vejez y muerte, en los términos que consagra la Ley de Seguridad Social. Pues bien, si la idea es proteger a la población, ¿Por qué las personas sienten lo opuesto? ¿Por qué no se confía en dicho sistema? ¿Por qué se prefiere un seguro privado?
Tener un hospital con instalaciones modernas y de última tecnología parecía ser un cambio dentro de los patrones característicos de dicha institución, pero no lo es. Nuevamente, se puede notar el uso ineficiente de recursos que podrían ayudar a miles de personas si se explotara todo su potencial. La historia que acabo de contar lo ilustra pero el mismo presidente lo confirma y manifiesta que no sólo sucede en las ciudades principales. Pues es incoherente lo que sucede; con todo el capital invertido en mejoras deberíamos tener hospitales en los que las personas sientan que es una justa compensación para sus aportes actuales tanto como para los múltiples años de aportación de los jubilados. Pero no sólo eso, sino que debería darse un servicio digno y el término “mendigar” no debería aparecerse por la mente de quienes necesitan dichos servicios.
Es de conocimiento general la forma en la que se ha manejado al IESS y los resultados que ello ha tenido en los afiliados. Pero a pesar de ello, la entidad insiste en defender lo contrario y si es así, que la institución brinda el mejor servicio con el que los afiliados están satisfechos ¿Cuál es el miedo de competir? ¿Por qué no se le permite a las personas elegir? La seguridad social es importante, no pretendo que deje de existir. Debe hacerlo, pero lo óptimo sería que cada persona tenga el derecho y la libertad de escoger a dónde acudir.
Hay formas de cambiar esta realidad, Perú y Chile nos lo demuestran. Ambos países pasaron por un giro radical en el manejo del sistema de pensiones jubilares, siendo esta la única forma de acabar con la tradición de tildar al Instituto encargado de la seguridad social como la “caja chica” del Estado. El sistema propuesto por José Piñera y aplicado con mucho éxito, consistía en crear una libreta personal para cada uno de los afiliados. En ella se registrarían las aportaciones y sería manejada –técnicamente– por una Administradora Privada de Fondo de Pensiones (AFP) que el afiliado elegiría libremente y cuya labor sería supervisada además por el organismo estatal competente. En este sistema, el afiliado es literalmente dueño de sus ahorros. Dos décadas después del establecimiento del sistema, el Perú cuenta hoy con cerca de $28.000 millones manejados por las administradoras privadas de fondos de pensiones y tiene 4.600.000 afiliados aproximadamente. El sistema a ciencia cierta cambió y se ve reflejado en las mejorías en cuanto a servicio ya que ahora cada persona tenía la posibilidad de, si no lo atendían como esperaba, lo sustituyera por otro proveedor.
Sí hay cómo cambiar esta realidad, definitivamente. Afiliarse, ya hemos visto a lo largo de la historia que no es “atrayente” para la ciudadanía sobre todo porque lo que recibiríamos a cambio no nos motiva. Estamos obligados a permanecer en sistema que de seguridad no tiene nada y de social, menos!
La autora es Académica Asociada al IEEP.
- 23 de julio, 2015
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