El fantasma de Hegel
Un fantasma recorre el mundo: el fantasma de Hegel. Comprobamos su aparición en la cobertura mediática de las sublevaciones del mundo árabe-islámico. Nadie pronosticó las rebeliones. Nadie sabe dónde se dirigen. No obstante, las ilusiones vuelan como la lechuza de Hegel y su “astucia de la razón”. Basta leer los editoriales de la prensa bienpensante: El País, The Guardian, Le Monde, The New York Times. Es como tomar un curso titulado “Hegel para principiantes”, según el cual La Historia marcha inexorablemente hacia la Libertad, la razón impone su curso y todo lo que acontece, por confuso que luzca, contribuye al Ideal supremo.
La verdad, no obstante, es que desconocemos el futuro rumbo de la historia. Los que se apegan al consuelo hegeliano consideran que, por ejemplo, Auschwitz y Treblinka cambiaron la naturaleza humana al revelarnos el mal sin límites y enseñarnos a no repetirlo. ¿Pero quién puede estar seguro de ello? Las amenazas de Ahmadinejad contra Israel y los judíos traen ecos de otros siglos, pero resultaría ingenuo e irresponsable tomarlas a la ligera.
Hace seis años, en el Líbano, grandes masas ocuparon las calles y poco tardó CNN en llevar sus cámaras a Beirut, proclamando el florecimiento de la democracia. Hoy Hezbolá, apoyado por Irán, domina el país. Lo que importa es qué pasará en Egipto, Libia, Bahréin, Yemen, y el resto, cuando la prensa occidental se mueva a otro lado con sus simplificaciones y quimeras. En esos países no he visto rostros sino multitudes, no he palpado mensajes sino tumulto, no he percibido proyectos sino consignas.
Un poco de cautela debería acompañar nuestros juicios. Ignoro qué ocurrirá y sería grato ilusionarse, pero afortunadamente dejé de creer en las especulaciones de Hegel hace rato.
Recuerdo en ese orden de ideas la campaña electoral de Barack Obama en 2008, cuando afirmó que él era un “espejo en el que cada cual ve lo que quiere ver”. Así nos pasa con las sublevaciones en Egipto, Libia y otros lugares: vemos lo que deseamos ver y creo que sólo rozamos la superficie. Tal es el destino de un espejismo.
Destaquemos lo esencial: Se fragmenta gradualmente en el Medio Oriente una estructura geopolítica clave para Occidente durante sesenta años. Washington está perdido y sin brújula. La política reactiva y acrobática de Obama pone de manifiesto que con el fin de la URSS y luego de su irresolución en Irak y Afganistán, Estados Unidos carece de sentido de dirección estratégica y se encuentra atravesando una etapa de profundo debilitamiento sicológico.
No pocos olvidan que sólo meses después del derrocamiento de Sadam Hussein, un aterrorizado Gadafi depuso sus armas de destrucción masiva y proyectos nucleares, que ahora se encuentran depositados en una base militar norteamericana. ¡Qué habría hecho Gadafi si poseyese un arsenal químico, biológico o quizás nuclear!
Entretanto, el Irán radical avanza. Tiene problemas, pero no provienen de Twiter y Facebook sino de la pobreza y el resentimiento. Los verdaderos revolucionarios en Teherán son fanáticos y no atienden razones. Hegel se frustraría ante Ahmadinejad.
Estas son mis conjeturas: No estamos frente al despliegue del Espíritu Absoluto hegeliano en el mundo árabe-islámico. Contemplamos, más bien, el desmembramiento de precarias estructuras geopolíticas y su parcial sustitución por otras, revelando la decadencia del Imperio estadounidense en manos de un Presidente inexperto y extraviado, incapaz de suscitar miedo en sus adversarios o lealtad en sus aliados. Con amigos como Obama, ¿quién necesita enemigos?
© El Nacional
- 23 de enero, 2009
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