Ansias de libertad

El Imparcial, Madrid

El derrocamiento de Ben Ali en Túnez, la dimisión de Hosni Mubarak de resultas de la rebelión civil que la precedió, ahora los sangrientos episodios en Libia y, en general, la escalada de protestas que se van sucediendo en el mundo árabe vienen a demostrar, por enésima vez en la historia, cómo las ansias de libertad pueden más que todas las barreras de miedo que los regímenes opresivos erigen una tras otra para debilitarlas.

Libertad entendida como ausencia de coerción, libertad como capacidad de autorrealización, en cualquier caso, un valor universal (como estos hechos también lo confirman) que, trascendiendo toda experiencia particular, nos habla de esa humanidad compartida que hace posible la comunicación entre individuos, pueblos y épocas, por difícil y hasta precaria que a veces nos parezca.

Mientras leía algunos de los incontables reportes de prensa y notas de opinión que dan cuenta de esa sucesión de alzamientos, recordé el siguiente párrafo del gran historiador de las ideas Isaiah Berlin perteneciente a su conferencia sobre “La inevitabilidad histórica” (1953): “… Donde no hay elección no hay intranquilidad, y sí una feliz liberación de la responsabilidad. Algunos seres humanos han preferido siempre la paz de la cárcel, una seguridad satisfecha y una sensación de haber encontrado por fin el puesto adecuado que uno tiene en el cosmos, a los dolorosos conflictos y perplejidades de la desordenada libertad del mundo que está fuera de los muros de la prisión”.

Creo que las imágenes que nos llegan de Oriente Próximo contrarían de algún modo el sentido de estas líneas. En efecto, a la luz de un somero análisis todo parecería indicar que, aun en medio del desorden y las agitaciones, la libertad es dondequiera preferida al silencio, la sumisión y a la decisión autocrática.