EE.UU.: Se nos ha puesto precio

Diario Las Americas

En el antiguo Oeste de los EE.UU., los gobiernos federales y estatales a menudo ponían un precio a las cabezas de notorios bandidos como Billy the Kid, Jesse James, Sam Bass, Belle Star y Butch Cassidy y el Sundance Kid.

Hoy, nuestro gobierno no es tan selectivo. Ellos quieren ponerle precio a las cabezas de todos los estadounidenses. No porque hayan robado un tren, sino por una razón distinta que pudiera llevarnos a un mal desenlace. 

Varias agencias gubernamentales han preparado fórmulas para determinar cuándo valemos. La Agencia de Protección Ambiental (Enviromental Protection Agency – EPA) ha puesto el valor de una vida humana en $9.1 millones. Llegaron a esta cifra mientras proponían restricciones más fuertes a la contaminación del aire. Durante la Administración Bush, EPA calculó nuestro valor en $6.8 millones. ¿Se debe la diferencia en precio a la inflación? EPA no ha dicho por qué.

La Administración de Alimentos y Medicines (Food and Drug Administration – FDA) llegó a su propia cifra para fijar el valor de una vida estadounidense. Dicen que cada vida vale $7.9 millones. Esto, también, es un aumento al valor de $5 millones que la FDA había asignado a cada vida humana estadounidense en el 2008. La agencia calculó nuestro valor cuando proponía nuevas y más fuertes advertencias en las etiquetas de los cigarrillos que incluyen fotos de víctimas del cáncer.

El Departamento de Transporte – sí, Transporte – nos ha puesto un precio de $6 millones cuando trataba de justificar recientes decisiones de imponer regulaciones que la Administración Bush había rechazado como muy costosas, tales como techos más fuertes en los autos.

Es agradable saber que nuestro gobierno valora a sus ciudadanos más allá de lo que puede sacar en impuestos. Pero dado el posible empeño de la Administración Obama de racionar el cuidado de la salud (el Dr. Donald Berwick, un acaudalado redistribucionista que dirige los Centros de Servicios de Medicare y Medicaid, es un proponente del cuidado racionado) es fácil predecir a dónde pudiera llevar esto si una vida humana es considerada como que tiene el valor que le ha sido puesto por el gobierno o por un agente del estado.

La belleza de nuestra forma de gobierno es que empieza no con el gobierno, sino con nosotros: “Nosotros el Pueblo” (We the people). En nuestra Declaración de Independencia de Gran Bretaña, hay una cláusula que nos separa de virtualmente todas las otras naciones. En vez de recibir nuestros derechos básicos, tales como el derecho a la vida, de un rey o un déspota – como era el caso en culturas más antiguas y en muchas modernas – los Fundadores de los EE.UU. veían que los derechos básicos emanaban de “nuestro Creador” y por lo tanto, fuera del alcance de gobierno e intervenciones burocráticas.

¿A dónde pudiera llevar una fórmula de evaluación gubernamental de la vida humana? Si el gobierno llega a determinar cuánto valemos, esto pudiera llevar a que el gobierno determinara cuándo, en su opinión, ya no tenemos valor. Pudiera llevar al gobierno a decidir que cuando le estemos costando al estado más de lo que estamos pagando en impuestos, pudiéramos ser vistos como una botella, un paquete o una lata, cuya “fecha de venta” ha expirado. Y esto significaría que el gobierno pudiera considerarnos como desechables y permitirnos – o forzarnos a – “expirar”.

¿Demasiado extremo? ¿“Esto no puede pasar aquí”, dice usted? Todos los grandes horrores comienzan en los extremos y se van abriendo paso a la corriente principal debido a debilidad moral o cansancio, o amor propio, o el rechazo de (o la ambivalencia por) ciertas verdades fundamentales. Tal abandono prepara el camino para las grandes inhumanidades, que hoy se estudian en las escuelas. Y se preguntan, ¿”cómo pudo pasar esto” y “cómo es que nadie vio lo que venía”?

¿Cómo y por qué? Considérense advertidos.

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