Gobierno por regulación (shhh)
La mayoría de la gente no se acuerda del famoso Capítulo 1233 del Obamacare, que promulga la retribución pública de la asistencia al paciente moribundo. Despertó tanta inquietud como probable primer pasito por el camino al racionamiento forzoso de los cuidados paliativos a través del código que el Senado nunca lo incluyó en la reforma sanitaria final.
Bien, ha vuelto — por mandato administrativo. Hace un mes, el programa Medicare para la tercera edad difundía una normativa que proporciona recursos a la orientación en los últimos momentos de vida durante las consultas anuales "de revisión". Todo estaba muy bien enterrado entre la difusión simultánea de cientos de normativas de Medicare nuevas.
El Congresista Earl Blumenauer, D-Ore., autor del Capítulo 1233, estaba encantado. "Gabinete de Blumenauer celebra 'victoria discreta', pero insta a los partidarios a no presumir de ella", informa The New York Times. Mortalmente discreta. A principios de noviembre, su gabinete enviaba un correo electrónico de súplica a sus partidarios: "Se os pide que no difundáis este avance en ninguna de vuestras listas… el correo electrónico puede reenviarse con demasiada facilidad". Habían tenido la suerte de que "hasta el momento, parece que ninguna cabecera ni blog lo ha descubierto… Cuanto más tiempo pase desapercibida (esta normativa), mejores son nuestras posibilidades de conservarla".
Vaya con la transparencia Demócrata — y con su repetida aseveración de que contra más gente descubra lo que contiene la reforma sanitaria, más va a gustar. Resulta que la ignorancia es la apuesta con más posibilidades de éxito de los Demócratas.
Y la regulación es su perfecto vehículo — muchísimo más discreto que la promulgación de una legislación. Considere otras dos usurpaciones vía regulación sólo en los últimos días:
El 23 de diciembre, el Departamento de Interior emitía la Orden Reglamentaría 3310 que contraviene una sentencia de 2003 y se adjudica las competencias para declarar "Territorio Salvaje" el terreno público. Un inteligente dos al precio de uno: (1) usurpación burocrática de competencias — durante siete años hasta el 22 de diciembre, la calificación de terreno salvaje había sido coto exclusivo del Congreso, y (2) bandazo a la izquierda – más suelo a "proteger" de usos nefastos tales como la prospección petrolera nacional en un país desastrosamente adicto a los recursos extranjeros.
En la misma fecha, la Agencia de Protección Medioambiental del presidente anunciaba que en 2011 empezará a esbozar reglamentos anti-emisiones destinados a las refinerías de petróleo y las centrales eléctricas, otra usurpación de competencias que en la práctica implanta lo que el Congreso había rechazado tajantemente cuando se sometió a trámite como legislación de intercambio de emisiones.
Para el burócrata de Obama, no obstante, la voluntad del Congreso es un simple bolardo que obliga a aminorar. De ahí este triple de regulaciones en el orden correcto, avanzando cada uno inteligentemente hacia la izquierda — y aclarando oportunamente el verdadero contenido del espíritu de compromiso bipartidista que el Presidente Obama profetizó en su rueda de prensa del 22 de diciembre post-legislatura coja: un giro al centro destinado únicamente al consumo de la opinión pública y el disfraz político.
En esa fecha, Obama suscribía por fin el compromiso fiscal que inicialmente había criticado con virulencia, pero solamente para evitar tener que renunciar a su beneficio político evidente — su gancho entre los votantes independientes que reclaman bipartidismo y son la clave de la reelección de Obama. Pero no se lleve a error: Las críticas virulentas iniciales de Obama en su indignada rueda de prensa del 7 de diciembre vieron al verdadero Obama. Odiaba el acuerdo.
Como nunca ha sido de otro modo, la izquierda es el objeto de afecto de Obama. Para los engañados para creer otra cosa por el nuevo Obama del 22 de diciembre, las maniobras regulatorias patentemente izquierdistas de su administración — en materia de medio ambiente, energías y salud pública — deberían de desengañar hasta al más pintado.
Estos juegos de competencias de regulación tienen sentido político. Dado que Obama tiene que proyectar imagen de recuperar el centro, escenificará sus luchas más ideológicas en vistas de regulación inductoras del sueño en lugar del escenario más dramático del debate legislativo. ¿Qué mejor forma de imponer un programa de izquierdas a una nación de centro-derecha que mediante reglamentación encubierta?
Durante los dos próximos años va a ser la única forma que tiene Obama de seguir adelante. Nunca podrá sacar del Congreso medio-Republicano 112 lo que no pudo tramitar a través del Congreso 111 mayoritariamente Demócrata. No tiene los votos, y desde luego no quiere la publicidad. De ahí la resurrección discreta, por así decirlo, de la orientación en los últimos momentos de vida.
Obama sabe que sólo tiene un número concreto de años para cambiar el país. En sus dos primeros años, logró muchísimo: el primer estímulo, el Obamacare y la regulación financiera. Durante los dos próximos, sin embargo, la Cámara Republicana va a impedir cualquier repetición de los hechos. El programa de Obama habrá por tanto de impulsarse a través del medio más subterráneo de la regulación por imposición ejecutiva.
Pero esto debe de maridarse simultáneamente con ostentosas muestras públicas de bipartidismo legislativo (léase el acuerdo fiscal en el Congreso saliente) con el fin de dar el pego de realineamiento centrista (aparente) imprescindible para la reelección. Esto a su vez dará a Obama cuatro años más en los que, libre de la necesidad de fingir, podrá volver a reafirmarse ideológicamente y rematar la transformación socialdemócrata — iniciada el 20 de enero de 2009; descarrilada el 2 de noviembre de 2010 – que es la misión de su presidencia.
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