Argentina: Cómo gobernar sin «él»
(Puede verse también El deseo de Cristina: "Brinden por él")
¿Qué hubiera hecho "El" ante la toma del parque Indoamericano? Los incidentes de Constitución, ¿habrían sucedido si "El" estuviera vivo? Desde que "El" murió, afectado, entre otras cosas, por la matanza de Mariano Ferreyra, el Gobierno perdió "el control de la calle" y seis personas fueron asesinadas en enfrentamientos entre marginados y militantes, y también a raíz, presuntamente, de la represión indiscriminada de las fuerzas de seguridad.
"El", con mayúscula, es la manera que eligió la presidenta Cristina Fernández para nombrar a Néstor Kirchner sin pronunciar su nombre ni su apellido. No se sabe si lo hace por consejo de sus asesores o por pura intuición. Lo cierto es que el artículo, así, solo, suena muy potente y tiene connotaciones bíblicas. Como si el ex presidente estuviera todavía en el mundo de los vivos. O como si continuara influyendo, a pesar de su desaparición física, desde el Cielo o el Más Allá.
Las primeras preguntas (¿qué hubiera hecho Néstor ante esas dos situaciones límite?) son las más repetidas entre los ministros del Gobierno desde hace poco más de dos meses, luego de su muerte repentina, en la mañana del pasado 27 de octubre. La última afirmación sobre los muertos de la "represión" después de Kirchner tiene como autor intelectual al dirigente social Luis D'Elía. El contabiliza también a los de Formosa, aunque la actual administración no los haya reconocido porque el responsable es el gobernador K Gildo Insfrán. "¿No te parece muy sugestivo que con Néstor vivo no tuviéramos que lamentar muertos y ahora, en tan poco tiempo, tengamos que velar a tantos?", me preguntó. Los dichos de D'Elía confirman una idea inquietante: dentro y fuera del Gobierno todavía se piensa en "El" como el único dirigente capaz de evitar el descontrol callejero y el desmadre social.
Se trata de un presupuesto peligroso. Porque implicaría, al mismo tiempo, por omisión, la sospecha de que "Ella", la Presidenta, no tiene la capacidad necesaria para conducir los conflictos más urgentes del país. ¿La tiene o no la tiene?
Es evidente que después de Soldati, Albariño y Constitución, el modo que eligió el Gobierno para resolver los conflictos sociales está siendo cuestionado.
En el caso del Indoamericano, ¿por qué permitió que cada vez más ocupantes ingresaran al predio, si lo pudo haber impedido mucho antes? ¿Se trató, en efecto, de una movida fallida de punteros kirchneristas para lastimar al jefe de gobierno de la ciudad, Mauricio Macri? En todo caso, el resultado para el Gobierno fue negativo, y por partida doble. No sólo está pagando el costo político de los tres muertos en el transcurso de la ocupación. Además, volvió a colocar a Macri como su principal opositor. En las próximas encuestas de consultoras que no trabajan para el Gobierno aparecerán, confirmados, los dos datos: la baja de la intención de voto de la Presidenta y la suba de la imagen positiva del jefe de gobierno por encima de otros dirigentes de la oposición.
Lo que pasó en la estación Constitución también tiene la marca indeleble de la imprevisión. ¿Por qué el Gobierno no se anticipó a los incidentes, si la asamblea de trabajadores tercerizados en Avellaneda había comenzado siete horas antes y sus integrantes ya habían anunciado que si no los incorporaban al Roca cortarían las vías del ferrocarril?
El esfuerzo dialéctico de la ministra de Seguridad, Nilda Garré, para explicar que lo de Constitución fue armado no alcanza para deslindar las responsabilidades oficiales. Fabián Perechodnik, de Poliarquía, lo sintetiza muy bien: "Los vecinos de la ciudad de Buenos Aires y los del conurbano no les prestan mucha atención a las teorías conspirativas porque lo que pretenden, primero, es que los gobernantes les solucionen sus problemas, que es para lo que fueron elegidos".
¿Cómo hubiera operado Kirchner ante semejante panorama? El ex presidente era, también, muy propenso a imaginar complots. Creyó ver la poderosa mano negra de Duhalde, de Julio Cobos y el Grupo Clarín detrás del voto no positivo al aumento de las retenciones al campo. También agitó la falsa idea de que había sido Duhalde el autor intelectual de la muerte de Mariano Ferreyra, hasta que la foto de Cristian Favale con su ministro Amado Boudou le provocó uno de los mayores disgustos de los últimos días de su vida. Pero había una diferencia muy importante entre la paranoia del ex presidente y la actual búsqueda del chivo expiatorio por parte del Gobierno: Kirchner solía contar con mucha y buena información anticipada sobre asambleas, piquetes, bloqueos de plantas industriales y todo lo que se pudiera incluir bajo la categoría "control de la calle".
La Presidenta, ¿cuenta ahora con la misma información? ¿Tiene el absoluto control de los organismos de inteligencia y las fuerzas de seguridad? Cuando los voceros de Garré filtran la hipótesis de que detrás del ataque a balazos a los gendarmes en Lanús estaría la policía bonaerense, probablemente realicen un acto de sinceridad. Pero al mismo tiempo agregan un poco más de pánico a un fin de año teñido por la sospecha de un próximo desmadre.
Cuando Kirchner estaba en funciones, en medio de un verano como éste se ocupaba de casi todo. Desde ordenarle al superministro Julio De Vido que llamara a las empresas con el fin de evitar que los cortes de energía afectaran el humor social hasta presionar a las petroleras para que no faltara una gota de combustible, mientras le daba vía libre a Guillermo Moreno para sentarse encima de los precios de la canasta de Navidad y amenazar a los dueños de estaciones de servicio. Es decir: el caos existía, pero "El" lo administraba con sus métodos heterodoxos. El gran temor de la hora es que la matriz del conflicto haya quedado a la buena de Dios.
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