El petróleo venezolano no basta para financiar el socialismo
El País, Madrid
Problemas de control de calidad, dificultades financieras, cifras de producción infladas, precios manipulados y necesidad apremiante de inversión exterior. Ese es el panorama de la industria petrolera venezolana, el auténtico motor económico del país, que dibujan las comunicaciones de la Embajada de Estados Unidos en Caracas al Departamento de Estado en Washington.
Los recursos petroleros, básicos para financiar las políticas sociales con que el presidente Hugo Chávez intenta contentar a su electorado, no han sido suficientes para que la economía venezolana crezca al ritmo de sus vecinos. El deterioro económico (con una situación de hiperinflación, recesión y hasta racionamiento de servicios básicos) se ha traducido en una pérdida de popularidad de Chávez, que se ha dejado ya notar en las urnas. La falta de mayoría cualificada en la Asamblea Nacional dificultará al presidente sacar adelante su agenda revolucionaria socialista.
Los documentos obtenidos por Wikileaks a los que ha tenido acceso EL PAÍS muestran que la Embajada de EE UU ha tenido acceso a numerosos altos cargos de la petrolera estatal PDVSA (Petróleos de Venezuela) y del Ministerio de Energía y Petróleo. El personal de la legación estadounidense en Caracas estaba sobre aviso para identificar en las largas colas de petición de visado a aquellos que pudieran proporcionar datos útiles. Tras ahorrarles la cola, los diplomáticos se cobraban el favor en especie, a cambio de información.
Los confidentes, para los que la Embajada pedía la máxima protección, revelan por ejemplo que la cesta de petróleo venezolana está "manipulada" por la inclusión en la misma de productos refinados. Eso es lo que había permitido que la diferencia entre la cotización del barril venezolano y la del petróleo WTI, de alta calidad, se redujese de 13 a 5 dólares en un año. "La admisión [del directivo] acerca de la manipulación del precio de la cesta de crudo refuerza las sospechas sobre la propensión del Gobierno de Chávez a manipular las estadísticas oficiales", señalaba el embajador Patrick Duddy al Departamento de Estado.
Según otro documento confidencial, un alto cargo del Ministerio de Energía (identificado también en la cola de los visados) admitía que en ocasiones PDVSA exportaba petróleo para su almacenamiento en el exterior y luego lo volvía a importar para refinarlo y exportarlo otra vez, contabilizando por partida doble una misma producción. Ese alto cargo admitía que las cifras de producción reales venezolanas estaban bien por debajo de los 3,3 millones de barriles de crudo diarios que PDVSA declaraba. Fuentes internacionales, de la propia PDVSA y de otras empresas del sector en Venezuela llevaban a la Embajada a concluir hace un año que la cifra real de producción venezolana estaba en torno a los 2,3 millones de barriles diarios, cayendo por la falta de inversión y por la nacionalización de compañías de servicios complementarios del sector.
La producción inferior a la declarada, la recesión económica y la insostenibilidad del control de cambios con el tipo oficial frente al dólar de hace un año son los factores que habrían llevado al Gobierno de Chávez a decidir en enero pasado una devaluación del 50% del bolívar, que ha perdido el 99% de su valor desde que gobierna Chávez. Los ingresos en dólares del petróleo le permitirían financiar sus políticas sociales con mayor facilidad gracias a un bolívar devaluado, según el análisis de los diplomáticos estadounidenses.
Otro directivo de PDVSA dio cuenta al personal de la Embajada de cómo se estaban disparando los problemas de control de calidad de los productos petroleros (especialmente los refinados) y de cómo eso se estaba traduciendo en altos costes en forma de compensaciones y descuentos para la compañía, que en su día llegó a ser una empresa caracterizada por la excelencia de sus operaciones.
Otro problema acuciante para el país es la dificultad de atraer inversión externa. Tras una oleada de nacionalizaciones y un severo control de cambios que impide repatriar dividendos, las compañías petroleras y de otros sectores que contactan con la Embajada se muestran reacias a invertir en el país. Los cables de la Embajada recogen cómo Chávez ha intentado atraer a compañías de Rusia, China e Irán para que inviertan en el sector petrolero venezolano. Pero los documentos no solo señalan que esas negociaciones apenas han dado fruto, sino que en algunos casos han perjudicado claramente a Venezuela. Así, otro directivo de PDVSA señala que en algunos acuerdos el precio que China paga en la práctica por el crudo venezolano es de 5 dólares por barril, y que las compañías chinas están aprovechando para revender a otros países el petróleo que compran a Venezuela con jugosos beneficios.
La dificultad para atraer inversiones se está volviendo contra el Gobierno de Chávez. Uno de los documentos estadounidenses revela cómo la italiana ENI impuso sus condiciones al Ministerio de Energía con un ultimátum sobre una concesión en la faja del Orinoco. "O lo tomas o lo dejas. Yo puedo coger mi avión y marcharme", se relata que le dijo el jefe de ENI, Paulo Scaroni, al ministro de Energía, Rafael Ramírez, media hora antes de la ceremonia. Y este se vio obligado a ceder ante la falta de alternativas.
Los documentos estadounidenses muestran que la preocupación por la economía venezolana se ha extendido a otros países como Argentina, Brasil o Cuba. "El presidente Chávez, por su parte, es plenamente consciente del impacto que la evolución económica del país ha tenido en su popularidad", se señala en un análisis de los graves problemas e incertidumbres que acosan a la economía venezolana y que amenazan a su proyecto de revolución socialista bolivariana.
Eso sí, ante ese panorama económico crítico, los diplomáticos de Estados Unidos no perdían el sentido del humor. Prueba de ello es el cable titulado "Haciendo el socialismo más fácil de tragar", en que dan repaso a la apertura, hace algo menos de un año, de la primera "arepera socialista", en que las arepas (una especie de tortas de maíz rellenas) se venden a la cuarta parte de su precio. A diferencia de las cadenas "capitalistas" de comida rápida (los venezolanos adoran los McDonald's) que según el Gobierno bolivariano "solo piensan en el dinero", en la arepera socialista la caja registradora está en una esquina y los clientes pagan al acabar de comer diciendo ellos mismos lo que han consumido sin que nadie les controle. "Dejadles comer arepas", concluye el cable diplomático estadounidense.
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