Elecciones en EE.UU.: La noche del martes
Algo está pasando en Estados Unidos. El país, nos dicen las encuestas, se está yendo a la derecha. Y el martes por la noche veremos qué tanto.
El diario The New York Times acaba de realizar un sondeo que concluye que el Partido Demócrata está perdiendo a las mujeres, a los católicos y a los independientes. Esos grupos –que fueron fundamentales para la victoria de Barack Obama y los demócratas en el 2008– ahora van a votar mayoritariamente por los republicanos. Es posible que la Cámara de Representantes pase a control del Partido Republicano.
¿Por qué este giro a la derecha? No hay que ser mago para darse cuenta de que hay 15 millones de desempleados, que millones más están perdiendo sus casas, que el gobierno está gastando mucho más de lo que recibe en ingresos y que varias de las promesas de Obama no se han cumplido.
Dos ejemplos: no hubo una propuesta migratoria durante su primer año de gobierno ni cerró la cárcel para terroristas de la base naval de Guantánamo en Cuba.
El presidente Obama insiste en que mucho se ha logrado en los últimos dos años. Hay una nueva ley de salud que protege a millones que no tenían seguro y existen nuevas regulaciones para evitar otra catástrofe financiera. Sacó a las tropas de combate en Irak y ahora se concentra en «la guerra buena'' de Afganistán (desde donde se apoyó a los terroristas del 11 de septiembre del 2001). Pero para los votantes eso no ha sido suficiente.
La vieja pregunta que hacía el ex presidente Ronald Reagan sigue siendo válida: ¿estamos hoy mejor que hace dos años? Y millones de norteamericanos contestarán que no este martes en las urnas.
Los votantes hispanos están en una situación muy complicada. Por una parte, están frustrados con el presidente Obama y con los demócratas porque ni siquiera pusieron a votación en el Congreso la reforma migratoria que legalizaría a millones de indocumentados. Pero, al mismo tiempo, están enojados con los republicanos por aprobar la ley antiinmigrante en Arizona, por votar en contra del Dream Act (que hubiera ayudado a 800 mil estudiantes sin papeles) y por promover la idea de que los hijos de indocumentados no deberían ser ciudadanos norteamericanos. ¿Por quién votamos?
Hace unas semanas el temor era que muchos latinos no salieran a votar. Pero hay tanto en juego que eso ha ido cambiando. El Consejo Nacional de la Raza calcula que más de seis millones de latinos irán a las urnas –más, incluso, que en el 2006– y sin duda definirán varias elecciones en California, Texas, Florida, Illinois, Nueva York, Colorado, Nevada y Nuevo México.
El problema con los latinos es que somos muchos pero tenemos muy poco poder político. Pero eso va cambiando gradualmente. Después de estas elecciones podríamos tener dos senadores en Washington, en lugar de uno. También podríamos tener dos gobernadores hispanos –en Nevada y Nuevo México– en lugar de uno. Y seguramente aumentará la cantidad de congresistas hispanos, que actualmente es de 23. Algo es algo.
Entiendo la frustración y el enojo de muchos votantes latinos. Pero no votar no es una opción. Si no votamos, otros votarán por nosotros.
Además, si no votamos no se vale quejarse después. Sólo se pueden quejar los que votan. Votar nos da derecho a reclamarle a los que nos hicieron tantas promesas durante la campaña.
l final de cuentas, la democracia es una maravilla. Sacamos a los que no nos gustan y ponemos a los que nos defienden. Esto que suena tan sencillo es un enorme privilegio que no tienen los cubanos o los norcoreanos o los mexicanos, hasta hace muy poco.
Crecí en un país –México– donde toda mi juventud se escogió de dedazo a los presidentes. Pensé que me moriría con el PRI en el poder. No podíamos escoger al candidato que queríamos; el presidente en turno, fraudulentamente, decidía por todos. Pero eso cambió en el 2000 cuando millones de mexicanos cambiaron la historia y sacaron a los priístas de la presidencia tras 71 años de autoritarismo y abusos.
En el 2006 hubo otra vez denuncias de fraude y, aunque esa es otra historia, la larga y penosa lucha por el voto en México me enseñó a nunca darlo por un hecho. Por eso, ahora que vivo en Estados Unidos, no voy a desperdiciar mi derecho a votar.
Estados Unidos cambia el martes y no quiero ser un simple espectador.
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