El Salvador: El desencuentro
Como manifestación de la recuperación de los mercados internacionales, las exportaciones están creciendo rápidamente desde noviembre, a un ritmo anual de 14.6 por ciento las totales, y al 19 por ciento las no tradicionales (es decir, industriales) a Centroamérica y al resto del mundo. Estas exportaciones podrían estar atrayendo inversiones muy grandes para aumentarlas y para llenar demanda interna, en momentos en los que el sistema bancario tiene una enorme liquidez para financiarlas. El empleo generado por estas inversiones aumentaría la demanda interna, lo cual a su vez estimularía más inversión y producción. Desafortunadamente, esto no está pasando. En algún punto esta cadena se está rompiendo.
El punto en donde la cadena de la recuperación se ha roto puede verse en la gráfica adjunta: la inversión se ha caído de una manera catastrófica, bajando 4.7 por ciento de 2007 a 2008, y un 17.4 por ciento de 2008 a 2009. Como resultado de esto, la inversión de 2009 fue más o menos igual a la de 1998, once años antes, cuando la economía era 25 por ciento más pequeña que la de ahora.
La caída de la inversión explica perfectamente lo que está pasando, porque la inversión tiene un doble efecto en la producción del país. En primer lugar, la inversión es producción en sí misma —como cuando se construye una fábrica, o un edificio de apartamentos, o una carretera, que genera actividad económica, crea empleo y hace circular el dinero. Aún la compra de maquinaria extranjera genera alguna actividad económica, ya que se requiere transportarla e instalarla.
En segundo lugar, la inversión crea capacidad de producción futura de bienes y servicios (en la fábrica se producen cosas, las casas generan servicios de vivienda, las carreteras servicios de transporte). Así, cuando la inversión baja, se reduce la producción inmediata y también la futura, lo cual rebaja las expectativas de los inversionistas, que invierten menos para una economía que va a crecer menos. Se genera un círculo vicioso. Con inversión bajando, la economía se ha estancado aunque las exportaciones estén creciendo. Todo indica que esta tendencia ha continuado en 2010 a pesar de que no hay razón económica que detenga la inversión.
A todos los que hemos notado que el problema es uno de falta de inversión se ha sumado el Fondo Monetario Internacional (FMI), que lo ha repetido en su último informe de la situación económica del país y en una conferencia que dictaron hace unos días varios de sus funcionarios en el Banco Central.
Todo evidencia que la causa de la falta de inversión no es económica sino política. Los inversionistas mismos han hecho ver al gobierno, en campos pagados y en un creciente número de discursos pronunciados por líderes formales e informales del sector privado, las razones que deprimen sus intenciones de invertir. Todas ellas se refieren al temor que han generado las acciones que varios de los miembros de su gobierno están tomando para ir afianzando el control territorial del país por parte del FMLN y de los funcionarios cubanos que están llegando al país, y los continuos ataques verbales del presidente Mauricio Funes contra los inversionistas mismos. Pareciera que el presidente cree que balancea estos ataques verbales contra los inversionistas atacando también al FMLN. Pero lo que se logra no es un balance, sino un ambiente de conflicto que deprime aún más la inversión y la confianza del pueblo en el país y en la economía nacional. Dos agresiones no hacen una armonía.
Es una lástima que el gobierno parece tomar estas observaciones como ataques. Al no escuchar a los inversionistas y al no reconocer su crucial papel en la sociedad salvadoreña el presidente no sólo está dejando pasar la oportunidad de resolver el problema económico sino también la de generar un desarrollo histórico en la política del país —el asegurar la armonía de todos los sectores en el crecimiento económico bajo un gobierno de izquierda. Si él lograra esto, la economía funcionaría bien independientemente de si el gobierno es de izquierda o de derecha. Lograrlo sería un hito histórico similar a los obtenidos por Felipe González, Tony Blair, Ricardo Lagos y Lula da Silva, a quien el presidente Mauricio Funes frecuentemente dice admirar. Lula es admirado en todo el mundo precisamente porque logró hacer esto en Brasil. Encontró un país en el que, como en El Salvador, privaba el conflicto entre la derecha y la izquierda hasta el punto de obstaculizar el progreso del país. Lula unió en vez de dividir. El presidente Funes tiene la oportunidad histórica de hacer lo mismo en El Salvador. Todos quisiéramos que la aprovechara para el bien de todo el pueblo salvadoreño.
El autor es Master en Economía, Northwestern University y columnista de El Diario de Hoy.
- 28 de diciembre, 2009
- 8 de junio, 2012
- 21 de noviembre, 2024
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