Tartufocracia mediática en Ecuador
Nuestra América 2.0 - El Mundo.es
El presidente del Ecuador se ha quedado ansioso después del motín policial del 30 de septiembre último. Los medios del Gobierno saturan diariamente sus espacios de propaganda oficialista, para vender su rebuscada tesis de un intento de golpe. Pero nada nuevo hay en el libreto: la causa de los males es una conspiración codigodavinchesca de la oposición, la extrema derecha norteamericana, el neoliberalismo global y las mezquinas oligarquías locales. Todos ellos poseídos por el demonio del individualismo capitalista.
Lo único peculiar ha sido descubrir el potencial estratégico del nuevo emporio mediático del Estado. Correa se ha convertido en una especie de Ciudadano Kane en busca de su rosebud justiciero, gastando al granel millones de dólares del fisco en sus aventuras mediáticas (conocidas eufemísticamente como “medios públicos” por el sólo hecho de haber sido financiados con el dinero arrebatado al venerable); desde periódicos que nadie lee, pasando por una televisión que nadie mira y una radio que nadie escucha. Ello sin mencionar un extenso catálogo de canales de TV y estaciones de radio, incautados como resultado de procesos judiciales emprendidos contra banqueros declarados culpables de graves delitos financieros. Y con ese cuento ahora resulta que ningún banquero puede tener acciones en empresas mediáticas (la presunción de inocencia, la igualdad ante la ley y la libertad de empresa, al basurero; si eres banquero eres un maléfico, punto).
No obstante, fue durante el motín policial del 30-S cuando se vio el potencial de todas esas adquisiciones, como kit mediático de emergencia para controlar el flujo de información, mientras se censuraba la emisión de estaciones privadas de radio y TV . Las agencias internacionales de noticias tuvieron como única fuente de información la propaganda estatal, y por tanto se propagó por el mundo entero la tesis del “secuestro” y el “golpe de Estado”. Y ya sabemos que una vez que eso pasa, los términos del debate mediático se encuadran en “buenos” y “malos”, “neoliberales” contra “neosocialistas”, “intereses del pueblo” (interesadamente confundidos con los “intereses del Estado”) versus “rapiña de las élites” (un viejo truco de gobiernos de todo signo ideológico).
En conjunto, siendo extremadamente conservadores, se ha gastado más de 60 millones de dólares. Sólo el presupuesto asignado en el 2010 para la Radio y Televisión del Gobierno es de casi 37 millones, lo cual es una cifra abismal en un país como Ecuador. Esto ha permitido comprar todo un pelotón de periodistas y dóciles administradores lo suficientemente “objetivos” como para no cuestionar nunca la propaganda oficial, quienes se limitan a animarla con los efectos especiales adecuados y el soundtrack más pegadizo. Sin mencionar a todo un enjambre de contratistas privados (agencias publicitarias, productoras, proveedores de insumos, etc.) que se está repartiendo un verdadero festín.
El caso más paradigmático es de El Telégrafo, diario en el cual se han perdido más de 10 millones en poco más que un par años de vida (9,9 millones para ser exactos, sólo hasta el 31 de diciembre de 2009, según auditoría). El Estado invitó esa ronda, brindando por el “derecho a la información”, la “democratización mediática” y demás pretextos perogrullescos. Lastimosa y previsiblemente, la iniciativa terminó por naufragar de forma estrepitosa, como lo ha tenido que reconocer el propio Correa.
Si eso le hubiera pasado a un emprendedor común, a uno de esos malvados obsesionados con los beneficios, seguramente éste hubiera tenido que asumir su fracaso, la deuda consecuente, y el desprestigio. Y los únicos que hubieran perdido son los inversores que hayan arriesgado su dinero voluntariamente. No obstante, en el mágico universo del Estado, la cosa funciona al revés. Pierdes un bacanal de dinero ajeno en una mala idea, y lo arreglas gastando otro bacanal de dinero ajeno en otra idea más “espontánea” todavía, sin el permiso de los babosos que ponen el dinero (conocidos también, eufemísticamente, como “contribuyentes”).
Los brillantes tartufócratas correístas, incansables emprendedores ellos, optaron por crear un “Periódico Popular”, comercializado bajo las siglas “PP El Verdadero” (lo captan: “verdadero”, “pueblo”; “PP” suena a “Pepe”, a hombre común. ¡Qué inventiva verdad!), un tabloide de formato amarillista orientado a adoctrinar a “las masas”, en lenguaje reader-friendly por decirlo de alguna manera. (vean vídeo del personaje Almirante Brown, del cómico argentino Capussoto, para comprender el concepto; el “PP” sería lo mismo, pero en papel).
Veremos sin duda más experimentos, más destellos de es esta arcana brillantez. ¡Qué importan los millones que se pierdan en el camino! ¡Quién ha dicho que el camino al edén socialista es fácil! Y, por último, da igual, porque la casa invita (con el dinero de los babosos conocidos como “contribuyentes”).
Lo verdaderamente peligroso es que el Gobierno ecuatoriano es ya consciente del potencial de su arsenal mediático, lo ha probado. Unos ajustes aquí y allá hacen falta, eso sí, para perfeccionar los engranajes propagandísticos; hay que dejar todo listos para la próxima avanzada de los orcos neoliberales.
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