Megalomanía
Quien visite Roma no puede dejar de ver el Monumento a Víctor Manuel II, padre de la patria Italiana, presidiendo la Plaza de Venecia y al lado de la Colina Capitolina (Campidoglio). Es un magno edificio de mármol blanco de importantes dimensiones que, diseñado por el arquitecto italiano Giuseppe Sacconi, empezó a construirse en 1895 y fue inaugurado en 1911, siendo completado en 1925, cuando Mussolini era dictador en Italia. Si nos ponemos delante de él, vemos a la izquierda los foros y el palatino, restos de la Roma imperial y republicana, y a la derecha el Campidoglio, donde se erigen los Museos Capitolinos, que incluye algunas de las piezas que se encontraron y salvaron de la construcción de esta inmensa mole.
El monumento, realizado para conmemorar la muerte del padre de la Patria y la creación del Estado italiano, estuvo desde el principio sujeto a la polémica por la manera en que se diseñó y construyó. Algunos hechos llaman la atención. En primer lugar, una parte significativa de la Roma medieval desapareció para que el Estado italiano tuviera su gran monumento. Así, la Torre de Pablo III, el puente llamado el Arco de San Marcos y los tres claustros del convento de Ara Coelli quedaron sólo en el recuerdo o por piezas en varios museos.
Contrasta este reordenamiento urbanístico con el cuidado que por lo general ponen ahora las administraciones públicas con los restos arqueológicos. Hoy en día, es complicado que, por ejemplo, las cadenas de hoteles extranjeras consigan los permisos necesarios para adecuar un edificio del centro de Roma a sus necesidades empresariales y las de sus clientes. El interés del Estado es selectivo, no siempre ha estado con la aparente protección del pasado histórico, más bien, con su manipulación. ¿Acaso no deja de ser significativo que este magno edificio se sitúe justamente al lado de unos restos que representan a un imperio glorioso perdido hace mil quinientos años? ¿No hay una identificación velada entre el pasado imperial y el resurgir de Italia, identificación que se podría confirmar con las fracasadas aventuras coloniales posteriores?
Otro aspecto importante destacable es que durante la construcción se realizaron varias expropiaciones y demoliciones en las zonas adyacentes a la Colina. De alguna manera, las propiedades de los romanos afectados eran menos importantes que el homenaje a un Estado inventado sobre las bases de un pasado imperial y un nacionalismo que surgía en Europa como movimiento político aglutinador. De nuevo, el individuo subordinado al Estado tiene las de perder.
La segunda mitad del siglo XIX y buena parte del XX están llenas de ejemplos parecidos. Al fin y al cabo, fue cuando el Estado se consolidó a través de dos movimientos aparentemente contradictorios. Por una parte, el internacionalismo, que tendría su máxima expresión en el comunismo marxista y, por otra, el nacionalismo, que generó el nacimiento de nuevos países como Italia o Alemania o que haría más fuertes a otros como Francia o Gran Bretaña (quizá más imperial que nacional). En todos destacaban los fuertes sentimientos ideológicos que ayudaban y ayudan a aglutinar el pensamiento común, o al menos a distraer movimientos más individualistas.
De estas épocas datan buena parte de los reordenamientos urbanísticos de capitales imperiales. Entre 1852 y 1870, Napoleón III promovió en París un cambio radical que incluiría, desde luego, un profundo desprecio por la propiedad privada al rediseñar y construir, tras las consiguientes expropiaciones, jardines, edificios, obras públicas y nuevas avenidas por las que seguro que desfilarían mucho mejor sus ejércitos. No menos significativa fue la de Viena, que se ordenara a mediados del siglo XIX por orden del emperador Francisco José I, y que dejaría la ciudad llena de grandes y anchas avenidas y de edificios públicos de los que hoy los vieneses presumen y que convertirían a la capital austriaca en una de las principales ciudades de su época. Puede que los ejemplos más carismáticos de esta ordenación urbanística ligada a los intereses del Estado estén en los proyectos megalómanos de los jerarcas nazis, que pretendían literalmente diseñar un nuevo Berlín, digna capital del Reich de los Mil años, o los realizados por los gobiernos comunistas, que redelinearon y, en algunos casos, destruyeron ciudades enteras, despreciando un pasado que se debía olvidar o redefinir.
En España destaca la más moderna remodelación de la Gran Vía, que ha cumplido ahora su primer centenario y que supuso la desaparición de 14 calles y el derribo de 358 inmuebles. Es decir, 358 expropiaciones, es decir, 358 robos para satisfacer el ansia megalómano de jerarcas que les gusta pasar a la posteridad más por sus monumentos que por su gestión. Que algunos tomen nota.
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