Más entretenidos, menos educados
El arandu ka’aty, el maestro sabio y el estudiante de excelente nivel académico son especies en extinción. Los que abundan son las Larissa Riquelme quien cree que Paraguay tiene 6.000 habitantes y los fanáticos de Tinelli que piensan que triunfar en la vida es ser un gay chismoso y transgresor de cualquier norma social. A medida que la ciencia y la tecnología dan pasos gigantescos, también la ignorancia y la vulgaridad cautivan adeptos multitudinarios.
En el campo de la educación y del conocimiento ocurre el mismo fenómeno que en la repartición de bienes materiales: se va ampliando la brecha entre los pocos que tienen mucho y los muchos que tienen muy poco y esto no es un simple juego de palabras. La injusticia social tiene múltiples facetas y la proliferación de analfabetos funcionales es solo una de ellas.
En la punta de la pirámide, desde luego que hay un segmento de la población mundial y local que tiene una altísima preparación intelectual y un vasto conocimiento científico. Los egresados de las universidades de Cambridge y Harvard, por ejemplo, suelen convertirse en premios Nobel en las diferentes disciplinas científicas. En nuestro país, también tenemos algunas buenas universidades y una franja de estudiantes y profesionales de primer nivel.
El problema está en otra parte. Radica en esa inmensa cantidad de adolescentes, jóvenes y adultos que nunca estudiaron en serio, que no tuvieron la oportunidad de formarse intelectual, cultural y cívicamente con buenos educadores, que, en muchos casos, ni siquiera terminaron sus estudios primarios o que egresaron de esas “universidades garajes” en donde dan clases los sábados con profesores semianalfabetos.
El reinado del burrismo comienza en la infancia porque en miles de hogares paraguayos la educación de los niños no es una prioridad; los miembros de la familia tienen como meta principal conseguir comida todos los días, un poco de ropa para abrigarse, un techo en donde guarecerse de la lluvia o el sol ardiente y, bueno, si aún queda algún tiempo disponible, ir a la escuelita más cercana en donde se hace lo que se puede.
La sociedad, en su conjunto, tampoco favorece mucho a los procesos educativos. Los medios masivos de comunicación, en particular la televisión, contribuyen a alimentar al asno que todos llevamos dentro. Abundan los “programas basura” que, en nombre del entretenimiento, difunden una sarta de estupideces, banalidades, groserías, antivalores y estilos de vida francamente bochornosos.
Pregunte a una quinceañera quién fue Agustín Pío Barrios y probablemente se quede muda. Si le pides que te diga con qué vedette “anda” ahora el showman argentino Ricardo Fort posiblemente sepa la respuesta.
El fantástico mundo digital tiene un potencial extraordinario para la educación. Internet es una grandiosa biblioteca al alcance de todos. El problema salta cuando se usa la red para comercializar pornografía, para difundir mentiras bien montadas, para consumir horas en entretenimiento en vez de estudiar y hasta para engañar, amenazar, pervertir y extorsionar a adolescentes como se descubrió en estos días que se hacía desde Tacumbú.
Ironías del mundo moderno: tantos medios valiosos para la educación y tanto tiempo desperdiciado en entretenimientos de baja estofa e inmoralidades de mal gusto.
- 23 de julio, 2015
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