Ese bendito embargo
Conocí y entrevisté al abogado irlandés Sean McBride (1904-1988), en Toronto, en el año 1979. El presidía entonces una comisión de la UNESCO encargada de buscar salidas a un creciente desequilibrio en el mundo de las comunicaciones y al mismo tiempo poner freno a una iniciativa para imponer una especie de censura universal impulsada por la Unión Soviética y sus satélites. Premio Nobel de la Paz (1974) y Premio Lenin de la Paz (1977) su presencia y su nombre al frente de la comisión era una garantía. También lo era, sobre todo frente a las críticas que se le hacían en aquellos tiempos, para la tan respetada y respetable Amnistía Internacional (AI) de la que McBride fue uno de sus fundadores y su presidente (1961).
Días pasados Amnistía criticó al presidente Barack Obama por su decisión de renovar las sanciones contra Cuba, señalando que eran ineficaces y perjudiciales e iban tanto contra los derechos humanos de los ciudadanos de Estados Unidos como de los de Cuba.
Sobre su ineficacia, parecería que las explicaciones huelgan.
En materia de derechos humanos, sin dudas hay restricciones directas para unos y para otros –el acceso a una información sin limitaciones para los estadounidenses, por ejemplo, y a ciertos medicamentos y tecnología para los cubanos–, y otras indirectas “derivadas” que quizás son mucho más graves y que hacen inexplicable que aún se mantenga el embargo.
Dice con acierto AI que “el Gobierno cubano ha utilizado repetidamente el embargo como una justificación para mantener las restricciones a la libertad de expresión, asociación y reunión”, lo que ha conducido, según la organización, al acoso de periodistas, disidentes y militantes en pro de los derechos humanos. Tal cual lo dice AI, el castrismo en función del embargo reprime, pero además justifica su fracaso económico –a veces Fidel tiene un lapsus y confiesa que es por el sistema socialista, pero luego se corrige– y ese es su argumento para todos sus males. Y es también el de sus testaferros y defensores por el mundo. Pero no solo es de estos, sino es el argumento de presidentes, progresistas o políticamentes correctos o “que no se animan”, es el de candidatos y candidatas presidenciales, es el punto central de declaraciones de condena de organizaciones regionales y extrarregionales y mundiales, y es el freno y el contraargumento o moneda de cambio para frenar la condena a Cuba por sus reiteradas violaciones a los derechos humanos.
Todos saben que Cuba puede comerciar con el resto del mundo, que no tiene ningún tipo de limitación con ningún otro país, que de otras áreas recibe un tratamiento y ayudas especiales que no reciben otros pequeños países del continente y extracontinentales. Además, no se explica por qué culpa de sus problemas y quieren negociar y tener relaciones comerciales con un país cuyo sistema económico repudia, rechaza y condena. Tampoco es cierto que Cuba no tenga relaciones comerciales con EE.UU. Por el contrario, su intercambio comercial es mucho mayor que el que EE.UU. mantiene con más de un país de América, y eso sin contar las remesas.
Son hechos que no admiten discusión. Y en efecto, ni lo discuten. Ni pierden tiempo en ello; para qué; la causa de todo es el embargo.
Ese bendito embargo, como seguramente dirá Fidel.
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