Chile: Reelección presidencial
EL MANDATO presidencial ha durado cuatro años (de 1990 a 1994), seis años (1994-2000) y nuevamente cuatro, desde 2006 hasta hoy. Al aprobarse cada uno de los cambios se ha discutido detenida y profundamente cuál debe ser el plazo del período presidencial más conveniente para el país y se han analizado los pros y los contras de duraciones más extensas o más breves.
Al estudiarse la reforma constitucional vigente desde 2005, junto con discutirse el período presidencial y la simultaneidad de las elecciones de Primer Mandatario con las parlamentarias y municipales, se analizó también la opción de la reelección. Al Senado fueron invitados los más destacados profesores de Derecho para discutir la reforma y puede afirmarse que las normas vigentes desde 2006, que consagran un período de cuatro años sin reelección, son el fruto de un estudio ilustrado. Ahora, sin embargo, se ha presentado en la Cámara de Diputados una moción que permite la reelección inmediata del Presidente.
Una mirada simple podría concluir que si un gobierno lo hace bien, es seguro reelegirlo. Pero razones de diferente naturaleza demuestran que ello no es conveniente.
En las sociedades democráticas son las instituciones las que deben tener solidez y permanencia, cualquiera sea la autoridad máxima. Como dice Douglas North -premio Nobel de Economía-, las instituciones constituyen el mayor capital de los pueblos, incluso, más que sus recursos naturales. Lo contrario es el culto a la idea de que sólo algunas personas pueden resolver los problemas.
Respecto de las políticas públicas y programas de largo plazo, que se deben aprobar por ley, como su desarrollo es obligatorio para un nuevo gobierno, no es necesaria la reelección del Mandatario que los propuso. En todo caso, la necesaria evaluación de su ejecución y de los resultados -hecha por otros expertos, aunque sean de la misma coalición política- permite hacer rectificaciones y proponer cambios. Si ese examen lo hacen los mismos equipos que idearon el programa, carecerá de la necesaria perspectiva e independencia.
Los partidarios de la reelección inmediata recuerdan los resultados positivos de los gobiernos que duraron un decenio en el siglo XIX, pero son tantas las diferencias entre esa época y la nuestra, que tal comparación resulta imposible. Más aun, la reforma de 1871, que suprimió la reelección, mereció por entonces alabanzas de los más reputados constitucionalistas, como lo señalan Huneeus (padre e hijo) y Guillermo Guerra.
Sin perjuicio de lo anterior, la reelección plantea el serio riesgo de que el Mandatario privilegie su calidad de candidato por sobre la de gobernante. Nuestro régimen institucional consagra un presidencialismo muy acentuado, que entrega enormes facultades al gobernante, especialmente sobre el presupuesto nacional. La calidad de candidato resulta inconciliable con ellas.
Así, el proyecto de reforma que se comenta no resulta oportuno, pues las normas que pretende modificar son de aprobación reciente y fruto de un serio estudio. En cuanto al fondo, creemos que la reelección de un Presidente en ejercicio conlleva el serio riesgo de que éste privilegie su calidad de candidato y no la de gobernante, para la que fue elegido.
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