¿Cual es el verdadero Fidel Castro?
Madrid. – Parece que Fidel Castro no se conforma con ser un jefe de estado retirado, ni que le siente cómodo su papel de anciano convaleciente de una grave enfermedad, tras retornar prácticamente de las puertas de la misma muerte. El solo hecho de escribir sus memorias políticas, donde quiere dejar sentado de manera definitiva su peculiar interpretación de la historia cubana de los últimos 60 años y el papel protagónico que tuvo en ella tampoco resulta totalmente de su agrado. Castro quiere acción, de la dura, y para eso nada mejor que captar la atención de los medios de comunicación un día sí y otro también.
El problema radica en que con su exceso de actividad ha repartido declaraciones en sentidos divergentes, a diestra y siniestra, lo que ha llevado a algunos a preguntarse cuál es el verdadero Fidel Castro. Como si se tratara del Dr. Jekyll y Mr. Hyde parecería haber dos versiones diferentes de la misma persona, aunque la respuesta más sencilla suele ser la correcta. En este caso podríamos decir, después de algunos malentendidos, que volvemos a enfrentarnos al mismo Castro de siempre.
Las últimas fotos del personaje han mostrado que pese a su milagrosa recuperación el modelo de Dorian Gray no funciona más con su persona. No sé si a Castro le gusta leer a Oscar Wilde, o lo a desechado por reaccionario y pequeño burgués, pero el cuento de la juventud permanente ya no viene más al caso. Ahora estamos ante un personaje más humano que da discursos de menos de una hora y que debe leerlos.
Desde sus declaraciones sobre el exceso en la represión a los homosexuales hasta sus dichos sobre el sufrimiento de los judíos, incluyendo críticas no tan veladas al presidente iraní Mahmud Ahmadineyad, y pasando, sobre todo, por el famoso dicho de que “el modelo cubano ya no funciona ni para nosotros”, algunos pensaron que un nuevo protagonista emergía de sus cenizas y que la enfermedad lo había humanizado y dado lugar a una persona diferente a la anterior. Sin embargo, recientes dichos han cambiado radicalmente el panorama. Menos mal que la reivindicación de los Beatles, condenados en su momento por exponentes de la decadente cultura imperialista se produjo en 2000, cuando Fidel Castro en persona inauguró una estatua de John Lennon en El Vedado.
Esta vez, ya de vuelta en 2010, afortunadamente y para que no haya más errores ni malos entendidos, ha surgido el Fidel Castro de siempre. De modo que para evitar nuevas ironías y posibles suspicacias donde dijo digo volvió a decir Diego: “Mi idea, como todo el mundo conoce, es que el sistema capitalista ya no sirve ni para Estados Unidos, ni para el mundo, al que conduce de crisis en crisis que son cada vez más globales y repetidas (…) Cómo podría servir semejante sistema para un país socialista como Cuba?”.
También decidió rectificar en sus opiniones sobre los judíos, Israel y Ahmadineyad. Gracias a sus reflexiones los buenos vuelven a ser buenos y los malos de siempre vuelven a los infiernos de los que nunca deberían haber salido. Los judíos que “no fueron los únicos perseguidos y calumniados por sus creencias: los musulmanes, durante bastante más de 12 siglos, fueron atacados y perseguidos por los cristianos europeos”.
Es más, en Israel “los palestinos son privados de sus tierras, sus casas son demolidas por monstruosos equipos y, hombres, mujeres y niños, bombardeados con fósforo vivo y otros medios de exterminio”. Para cerrar el círculo, y poder tranquilizarnos, nos confirma que “el temor de que (el programa iraní) busca la producción de armamento nuclear es solo una suposición”. De este modo, la opción de confiar ciegamente en Ahmadineyad es más que razonable.
Respiremos hondo y tranquilos, pese a las amenazas nucleares que nos acechan. No hay nada como la claridad expositiva y los argumentos sólidos. La coherencia por encima de todo y la defensa a ultranza de la ortodoxia revolucionaria. Pero llegados a este punto, ¿si la Revolución cubana lo hizo todo bien y fue tan perfecta para qué necesitamos a Bolívar y al socialismo del siglo XXI? ¿qué hay de malo en el del XX que nos obliga a dejarlo de lado? Difícil pregunta que, mucho me temo, ninguno de los dos comandantes responderá. Tampoco busquemos la respuesta en los textos de José Martí ni en los de Simón Bolívar.
Sólo el tiempo recordará que la monumental crisis económica, financiera, monetaria y bancaria existente en la isla no se arregla con buenas intenciones ni con declaraciones genéricas sobre el bien y el mal. Cuba ha llegado a un momento crítico de su evolución reciente y el empecinamiento de Fidel Castro en seguir siendo fiel a su peculiar interpretación de su propia historia, que no es la de Cuba, no servirá para arreglar las cosas.
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