¿Revolución socialista del siglo XXI?
El socialismo del siglo XXI es una suerte de menjurje que no podrá imponerse ya que carece de tres requisitos indispensables para cualquier revolución que merezca tal nombre: ética, épica e ideología.
La ética es una rama de la filosofía que estudia la moral, la virtud, el deber y el buen vivir. Carentes de moral, virtud y deber, los actuales revolucionarios se han concentrado simplemente en la práctica del buen vivir. El pueblo venezolano ha sido paciente testigo de cómo un grupo de líderes han despilfarrado una increíble suma que ya se acerca al millón de millones de dólares, sin que se haya logrado otra cosa que sembrar odios y destruir al aparato productivo del país, mientras que una advenediza y grotesca bolioligarquía -que controla simultáneamente el poder económico y el poder político- se ha enriquecido groseramente a costa del erario público. Casos como el de los miles de contenedores llenos de alimentos podridos son emblemáticos. La Asamblea Nacional se niega a discutir el caso, el Contralor dice que ya lo señaló hace dos años (aunque no inhabilitó a nadie ni hizo nada más), la Fiscalía hace maromas para deshacerse de esa papa ardiente en las manos, mientras surgen para colmo acusaciones de que militares queman de noche esos alimentos. ¿Qué pensará el pueblo mientras hace colas en los Mercales para comprar un pollo?
La épica de la actual revolución, por otra parte, se limita a un frustrado golpe de Estado. Puesto que es imposible capturar la imaginación de un pueblo sin presentarle héroes y mártires que lucharon denodadamente por un fin noble, los actuales revolucionarios de pacotilla tratan de apoderarse de la gesta y hasta de los restos del Libertador. ¡Qué ignorantes son!
El pensamiento de Bolívar era la antítesis de quienes hoy en día pretenden proclamar una revolución tildándose de bolivarianos. Es imposible en tan cortas líneas analizar el abismo que los separa del Libertador; sin embargo, sirva un ejemplo para ilustrar el caso: los odios de clases que preconizan los actuales "revolucionarios". A pesar de que Bolívar era un mantuano que pertenecía a la nobleza criolla, la gesta emancipadora que encabezó propiciaba un estado de derecho sin fueros, castas o razas, donde todos fueran iguales. El genio caraqueño aborrecía el concepto mismo de lucha de clases, idea que en su época se identificaba como "guerra de colores". Eso fue lo que llevó al fusilamiento de Piar. Veamos las acusaciones que a Piar le hace el Libertador el 5 de agosto de 1817:
"Proclamar los principios odiosos de la guerra de colores para destruir así la igualdad, (… ), convidar a la anarquía, aconsejar al asesinato, el robo y el desorden, eso es en sustancia lo que ha hecho Piar… ¿Qué pretende el General Piar en favor de los hombres de Color? ¿La igualdad? No: ellos las tienen y las disfrutan en la más grande latitud que pueden desear. El General Piar mismo, es una prueba irrevocable de esta igualdad".
Carentes pues de ética y de épica, los actuales revolucionarios se enfrentaron al mayor de los escollos al tratar de identificarse con alguna ideología. No hace mucho su líder trató de resolver el problema al proclamar: "Yo me declaro marxista, soy marxista"… "asumo el marxismo".
Ahora sí es verdad que esta revolución se volvió un arroz con mango. Tal como lo he afirmado en ar- tículos anteriores, Marx fue el más acérrimo detractor del Libertador. Se puede ser marxista o se puede ser bolivariano; pero lo que no se puede es ser marxista y bolivariano a la vez. Bolívar y Marx se encuentran en las antípodas del pensamiento político.
Por otra parte, el líder "bolivariano" ha transformado su enfrentamiento con EEUU en el leimotiv de su revolución. Veamos lo que nos narra Félix Zubr -héroe de la resistencia polaca durante la II Guerra Mundial- al referirse a una carta escrita por Marx a Engels con motivo del conflicto entre México y EEUU (1846-48) por la posesión de Texas. Escribe Marx:
"¿Qué más quieren esos salvajes mexicanos, que ser incorporados a un imperio de civilización? ¿Qué más quieren los habitantes de la rica California que ser incorporados al cuerpo central de una gran nación?".
Y en otra oportunidad los dos padres del comunismo, esos dos campeones del socialismo que fueron Marx y Engels, se ponen del lado del "imperialismo norteamericano" cuando señalan:
"En América hemos sido testigos de la conquista de México y estamos muy satisfechos".
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