De la esperanza a la preocupación en Panamá
Para financiar esta vorágine del gasto, Martinelli ha recurrido a más deuda, más impuestos -con un aumento al Impuesto al Valor Agregado del 40% y la creación de un nuevo tributo mensual sobre el ingreso bruto- e incluso ha dicho que utilizaría los fondos de la seguridad social para proyectos tales como la nacionalización de las carreteras. Peor aún, su gobierno ha debilitado el sistema de dolarización de más de un siglo de antigüedad al ordenar que se acuñen US$ 130 millones en monedas durante los próximos 5 años, casi el doble de la cantidad que ha sido acuñada desde 1904. Bajo el sistema monetario de Panamá, el Gobierno acuña “balboas” -la moneda nominal del país- en la misma denominación y valor que las monedas de EE.UU.
Sin embargo, lo más preocupante de su presidencia ha sido la manera en que Martinelli ha socavado los pesos y contrapesos de la democracia panameña. Al llegar al poder, Martinelli prometió que dos próximas designaciones a la Corte Suprema de Justicia se beneficiarían de un proceso abierto de nominación en el que participarían grupos de la sociedad civil. No obstante, cuando los candidatos recomendados no fueron de su agrado, escogió a dos personas cercanas para los cargos. Uno de los seleccionados, José Abel Almengor, era su secretario de Seguridad. El otro, Alejandro Moncada, fue removido en el 2000 de la ahora desaparecida Policía Técnica Judicial debido a serias faltas éticas. Su esposa, sin embargo, trabaja con la Primera Dama.
El compadrazgo parece ser la regla en el Panamá de Martinelli. Por ejemplo, una asesora tributaria de la empresa de supermercados de Martinelli ha sido nombrada como Controladora General de la República. Los procesos de licitaciones públicas han sido ignorados y contratos estatales han sido asignados arbitrariamente a parientes y socios políticos. Una crisis institucional tuvo lugar en enero pasado cuando la Corte Suprema, a pedido del Ejecutivo, suspendió a la fiscala general a raíz de cargos cuestionables de “abuso de poder”. La persona que la reemplazó trabajó en la campaña presidencial de Martinelli.
La prensa panameña ha sido muy crítica de Martinelli, algo que ha generado amenazas veladas por parte del Gobierno. Por ejemplo, el Presidente les pidió a los canales de televisión que “autorregulen” su cobertura de las noticias para reducir el “contenido violento” en sus noticieros. Poco después, una diputada del partido de Martinelli introdujo una ley para crear una junta estatal que “reglamentaría la autorregulación” y la extendería a periódicos y radios. Un órgano similar existió en Panamá durante la dictadura de Manuel Antonio Noriega. La Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) ha expresado “preocupación” acerca del proyecto de ley, el cual, de acuerdo a Robert Rivard, director de la Comisión de Libertad de Prensa e Información de la SIP, constituiría un “retroceso en materia de libertad de prensa” en Panamá. También ha habido reportes de periodistas que han sido acosados por las autoridades.
Martinelli, cuya coalición disfruta de una cómoda mayoría en la Asamblea Nacional, todavía tiene por delante cuatro años más en la presidencia. La dirección en que está llevando a su país debería preocupar no solo a aquellos que celebraron su triunfo como una oportunidad de progreso, sino también a los que se asombraron con la rápida transición de Panamá hacia una democracia republicana integral. La esperanza en Panamá rápidamente ha dado paso a la preocupación.
Juan Carlos Hidalgo es coordinador de proyectos para América Latina en el Cato Institute (www.elcato.org)
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