Colombia: ¿Líder o jarrón chino?

El Tiempo, Bogotá

Mañana entregará el mando. No quiero detenerme en lo que sabemos de sobra. Álvaro Uribe fue un mandatario excepcional. Ninguno había logrado tanto en el campo de la seguridad, del desarrollo, de la confianza inversionista y de los programas sociales. Ahora la pregunta que todos nos hacemos es la de cuál va a ser su vida a partir de mañana.

Voy a permitirme el papel de vidente. Conociéndolo, no creo que vaya a refugiarse en su finca ni a concederse un descanso prolongado en el exterior. Como ex presidente, no hará el papel ornamental de un florero. O de un jarrón chino, como suele decir con humor Ernesto Samper. No es un hombre que pueda abandonar el combate emprendido por él. Tal es su destino; su carácter.

Contra lo que muchos piensan, hay tareas vitales para el país que él puede realizar con más eficacia y libertad fuera y no dentro del poder. La más importante: confrontar la guerra jurídica; guerra que, gracias a manipulados procesos y condenas a personajes de su entorno, busca presentarlo como inspirador o encubridor de delitos de lesa humanidad.

Quien con más empeño anima desde la sombra esta guerra es 'Alfonso Cano'. Un video suyo lo ha confirmado. A tiempo que propone al nuevo gobierno conversaciones de paz, habla de acciones judiciales contra la administración saliente. Incluso, se permite felicitar a la Corte Suprema de Justicia por "vincular con crímenes de lesa humanidad a un grupo muy selecto de los llamados 'parapolíticos'".

Ahora bien, todos sabemos que la CSJ, en guerra contra el presidente Uribe desde el 2006, ha abierto el fuego de sus inculpaciones contra muchos militares, parlamentarios, gobernadores y funcionarios cercanos al Gobierno. Nunca sus magistrados le perdonaron al Presidente que dejara el recurso de la tutela en manos de la Corte Constitucional. Consideraron que con ello buscaba facilitar los trámites de una nueva reelección suya. Y con ánimo de retaliación, jueces y fiscales bajo su control partieron siempre en sus investigaciones de una presunción de culpabilidad y dieron crédito a falsos testigos, muchos de ellos deslizados por agentes de las Farc. Es una realidad que el Presidente conoce de sobra y que fuera del poder puede denunciar de manera más libre.

Tampoco podrá guardar silencio cuando 'Cano' reitere sus ofertas de paz y Chávez las presente como un signo de cambio propicio para restablecer las relaciones con Colombia. Oiremos de nuevo voces de apoyo a tal iniciativa, con la cantinela pacifista de siempre, la misma que auspició el Caguán.

Muchos dirán que, para no ponerle palos en la rueda al nuevo gobierno, el ex presidente Uribe deberá abstenerse de cualquier pronunciamiento. Creo, desde luego, que Juan Manuel Santos no comerá cuentos con las propuestas de paz de 'Alfonso Cano'. También pienso que un entendimiento suyo con la Corte Suprema de Justicia no escamoteará su empeño de llevar a la Fiscalía a un hombre riguroso e independiente. Pero una política de borrón y cuenta nueva puede hacer olvidar a los inocentes inculpados.

¿Cómo impedir que una justicia infiltrada, convertida en arma de guerra, se sirva para sus fines del simple afán informativo de los medios de comunicación y de una opinión desprevenida? ¿Cómo proteger de tales maniobras a los militares?

Son todas inquietudes válidas. Pienso que Uribe encontrará la manera de liderar una vigilante corriente de opinión que haga frente a la guerra jurídica y a todos sus aliados dentro del país y fuera de él. Con su prestigio, él podría movilizar muchos amigos en el ámbito internacional. Todo ello le vendría muy bien al nuevo gobierno. Sería una manera de articular, al fin desde el lado democrático, una real combinación de formas de lucha.