Escuelas económicas y la crisis (I)
El Periódico, Guatemala
(Puede verse también la Parte I de este trabajo)
En mi columna anterior me quedé en 1871 y el inicio de la Escuela de Economía Austriaca.
La inició Carl Menger, quien no sólo aportó la teoría de la Utilidad Marginal, sino que inició el estudio de lo que hoy conocemos como Teoría Monetaria. Le siguieron Böhm-Bawerk, Mises, Rothbard, Hayek (Premio Nobel en Economía de 1974), Kirzner, Huerta de Soto, et al., quienes han legado aportes importantes en Teoría Monetaria, Teoría de los Ciclos Económicos, Órdenes Espontáneos, mercados, y empresarios emprendedores. Esta escuela además ha aportado mucho en el área filosófica y en el área del derecho, especialmente en lo referente a la importancia del Estado de derecho en la vida en sociedad.
Mises publicó The Theory of Money and Credit en 1912, un año antes de la creación de la Reserva Federal en los EE.UU. Este tratado de Teoría Monetaria sigue vigente después de casi un siglo, y en él, el autor trató de advertir sobre los riesgos inherentes a la manipulación del dinero y del crédito.
Los Austriacos más estrictos como Rothbard, y actualmente Jesús Huerta de Soto, han propuesto un sistema monetario en el que la emisión monetaria esté en manos de la banca privada, con respaldo en oro físico del 100 por ciento, y sin multiplicador bancario. El dinero sería representado por notas bancarias, redimibles en todo momento, por una cantidad definida de oro puro, a la vista. Con este sistema se elimina por completo la emisión fiduciaria de papel moneda, y el multiplicador bancario (creación de dinero ex nihilo).
Hayek, por su lado, ante el hecho de que el sistema de banca central ya se había adoptado en casi todo el mundo, propuso la desnacionalización del dinero, con el fin de que las monedas más sanas desplacen a las más adulteradas.
Aunque el mensaje de esta Escuela es muy sencillo –no manipular los mercados, incluido el laboral, y no manipular el dinero y el crédito– ningún país podríamos decir que lo ha cumplido al pie de la letra, debido a que esta es una propuesta que le quita poder a los políticos.
Durante los años veinte, Mises y Hayek, advirtieron sobre el riesgo de una crisis económica –causada por la manipulación monetaria– por lo que unos años después gozaron de cierto prestigio, cuando vino el crash. Desafortunadamente, la injerencia del Estado (New Deal de FDR), demoró la salida de la crisis –como de costumbre le echaron la culpa al mercado– por lo que, cuando en 1936 John Maynard Keynes publicó su obra, The General Theory of Employment, Interest and Money, la opinión pública, especialmente los políticos, le dieron gran credibilidad.
Básicamente la teoría de Keynes es que las políticas más adecuadas para curar una recesión o depresión, se fundamentan en el déficit fiscal, en el endeudamiento público, en la reducción forzada de las tasas de interés y en satanizar el ahorro privado. Keynes les llamó medidas contracíclicas. El popular catedrático, Paul Samuelson, se convirtió en su más fiel exponente unos años más tarde, por lo que el keynesianismo se convirtió en la escuela de rigor en la academia.
Apenas cuatro años más tarde, los EE.UU. olvidaron la depresión, ya que estaban iniciando su participación en la Segunda Guerra Mundial, pero Keynes mantuvo su influencia hasta llegar a Breton Woods en 1944. Es aquí en donde el keynesianismo se convierte en la política económica global, salvo unas excepciones notables.
No me canso de repetir que el keynesianismo es música para los oídos de los que hacen política económica.
Seguiré en la próxima.
- 23 de enero, 2009
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