Solventando la deuda con Margaret Thatcher
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La Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales (FAES) otorgó en marzo el Premio Anual de la Libertad a Margaret Thatcher (primera ministra británica, 1979-1990). Un acierto, sin duda alguna. Pocas figuras del mundo político han tenido tanta trascendencia por su pensamiento y sus logros durante el siglo XX, con un mensaje dirigido a un destinatario global, que renunciaba al cortoplacismo, descartando deliberada y voluntariamente el relativismo como modus operandi.
Margaret Thatcher, en defensa de la libertad, libró y salió victoriosa de una batalla sin complejos contra su mayor enemigo durante el siglo XX: el comunismo. La defensa de la libertad y del individuo fue la parte central de su discurso. Esa es la gran herencia que nos dejó. En consecuencia, las generaciones más jóvenes deberían saber en qué consistió su ideología, con la que transformó a su partido y a su país.
En efecto, cuando ganó las primeras elecciones, en mayo de 1979, la decadencia moral, económica y política, tanto británica como de Europa occidental, era evidente. El “consenso de posguerra” (definido por ella en varias ocasiones como “un fraude”) era el principal causante. Este fue creado por el gobierno laborista de Clement Attlee, aunque lo “perfeccionaron” los propios conservadores, para lo cual eliminaron todo componente liberal de sus programas y aceptaron, sin crítica alguna, el Estado providencia.
Las consecuencias de ese proceder fueron nefastas: bancarrota a todos los niveles del Estado y de la sociedad británica. Ella describió así el panorama: “Lo que estamos viendo en el Reino Unido ahora no es una crisis del capitalismo, sino del socialismo. El Estado controla la economía, restringiendo la libertad sin producir prosperidad. Eso es lo normal en los países comunistas. En comparación con los países comunistas, los occidentales han mostrado que la libertad funciona. Pero en el Reino Unido esa libertad está siendo permanentemente amenazada y erosionada. Yo creo que la gente desea tener más libertad de elección en cada uno de los aspectos de su vida: libertad para elegir”.
Por tanto, la primera tarea que tuvo Margaret Thatcher, una vez fue elegida como líder del partido en 1975, consistió en introducir cambios, tarea complicada en la que contó con el apoyo doctrinal e intelectual de Keith Joseph (1918-1994). Ambos apostaron por un programa político donde había una serie de premisas innegociables: defensa del libre mercado, importancia de la elección individual y de la responsabilidad, valor de la familia y de la independencia nacional.
Lo que hizo la Dama de Hierro fue retomar ideas que su partido había defendido en el pasado y de las que se había ido distanciado debido a que el posibilismo, disfrazado de pragmatismo, se apoderó de los sucesivos poderes ejecutivos bajo Winston Churchill, Anthony Eden, Harold MacMillan, Alec Douglas-Home y, sobre todo, Ted Heath, cuyo gobierno (1970-1974) supuso el principio del fin de un modo de hacer política de los “tories”. Edward Heath tuvo la opción de cambiar el panorama político y económico británico, aplicando las recetas que luego utilizó Thatcher, pero cedió ante la presión, especialmente de los sindicatos.
La trayectoria política de Margaret Thatcher no presenta fisuras. Más allá de sus tres victorias electorales consecutivas, en 1979, 1983 y 1987, hay otros hechos que cobran aún mayor trascendencia. Uno de ellos fue la influencia sobre su rival político, el Labour Party, el cual tuvo que cambiar su credo, adaptándolo al marco teórico del thatcherismo. La eliminación de la Cláusula IV de la constitución laborista –que proponía al Estado como dueño de los medios de producción– fue el gran ejemplo. Otro logro fue la creación del “Essex Man”, como llamaron a los electores de izquierda que votaron por el Partido Conservador.
En definitiva, la palabra libertad se presta a que los políticos la empleen de un modo tan retórico que hace su contenido vacuo. Sin embargo, Margaret Thatcher le dio un significado real, al mismo tiempo que nos puso sobre la pista de nuevas amenazas que, enumeradas hace 20 años, tienen hoy protagonismo (Estados fallidos, terrorismo internacional o capitalismo de ficción). Para derrotarlas, nos dijo lo que no debíamos hacer (contemporizar con el enemigo, pues es el primer paso para la derrota) y nos señaló la estrategia acertada: librar la batalla de las ideas y hacerlo sin complejos, puesto que la superioridad moral de la libertad es algo incuestionable e indiscutible.
El autor es miembro del Instituto Juan de Mariana.
- 28 de diciembre, 2009
- 23 de julio, 2015
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- 7 de septiembre, 2020
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