Venezuela: Las leyes de la ruina social
El parásito saquea… Ayn Rand
El inventario de agravios es inmenso. La constitución nacional ha pasado a ser “la dejada” del régimen. La que en un principio fue exhibida como “la bicha” que supuestamente iba a dirigir la batalla por la dignidad del venezolano, ahora no es más que un perol viejo y arrumbado, cuya única utilidad es ser la referencia de lo que hay que reformar. Le ganó el despotismo de siempre, aquel que forma parte del ser nacional, y que se le impone como una exigencia irreductible al país a través de un líder siempre autoritario, arrogante y mejor sabido que el inventario de leyes y pactos que supuestamente están allí para hacer más llevadera la vida en sociedad. La otrora “bicha” pasó a ser el adefesio de la desvergüenza, el inventario de derechos y obligaciones que se pueden sortear en aras de imponer rápidamente el proyecto del líder supremo, sentar las bases de una patria socialista, ¡o muerte!
El saldo no luce muy alentador. La tenebrosa cifra de ciento cincuenta mil muertos demuestra el primero y más crónico de los fracasos del comunismo. Como en todas las experiencias comunistas anteriores, el desapego por la dignidad y la falta de sensibilidad por la suerte ajena se traducen en el abandono crucial de la seguridad ciudadana. Los secuestros expresan además que hay convenios siniestros, “un dejar-hacer dejar pasar” que en ninguna sociedad decente es aceptable. Aquí transcurren los secuestros de todo tipo y alcance sin que el gobierno sienta que pueda o deba tener alguna relación con lo que está ocurriendo.
Todo parece indicar que además tenemos un grave problema con el tráfico y el tránsito de drogas. Tampoco en ese caso hay una respuesta centrada en el problema. Conspicuos representantes del gobierno despachan el tema con una comparación evasiva, aludiendo siempre a las condiciones y supuestas conductas de otros países, como si por esa vía nuestras preocupaciones al respecto puedan atenuarse. El caldero de cárteles y mafias está montado en el país, y se cuece a todo dar lo que algunos expertos llamado narcoestados. Pero aquí nadie se da por aludido. Pueden eso sí, hacerse los ofendidos e incluso adelantar procesos a los que con toda justeza advierten el inmenso problema que significa conceder espacios a ese tipo de actividades.
¿A qué se ha dedicado el gobierno? No es a la construcción y al mantenimiento de la infraestructura social. Tampoco a la prestación de bienes y servicios públicos. Todas esas actividades lucen indignas a los ojos de los jerarcas del régimen, y por lo tanto se las han encomendado a una clase especial de asesores que todos conocen como “los cubanos”. Se ha dedicado entonces a triangular todo lo que pueda ser objeto de ese tipo de transacciones para disponer de divisas al margen del presupuesto y de las restricciones del BCV, y por otra a financiar una hegemonía subregional que rápidamente se ha trastocado en un chuleo masivo y procaz del que se alimentan cubanos, nicaragüenses, bolivianos, ecuatorianos y argentinos. En ese esfuerzo se enredó la industria petrolera, hasta el punto de que ya todos los expertos la dan por perdida.
Mientras tanto, todos los poderes públicos se han dedicado a la fase destructiva del camino al comunismo pleno. Fincas arrasadas, expoliaciones masivas, amenazas a las instituciones, suplantación de organizaciones democráticas, extorsiones y represión han dado como resultado un inmenso fiasco: cientos de miles de toneladas de alimentos y medicinas descompuestas aparecen por todo el país como el sello más conspicuo de lo que es este régimen. Hace poco reconoció el ministro Ramírez lo que todo el mundo huele: que Pdvsa no sabe manejar alimentos.
¿Y la economía? Encorralada. Un régimen de controles de divisas insuficiente, incomprensible e inviable se está imponiendo con una sola certeza: No puede administrar el abastecimiento del país, va a dejarnos sin empresas y va a demoler el empleo. Pero eso es consistente con la pretensión del comunismo, que saquea y pervierte la voluntad de la gente hasta arrodillarla.
En tanto, en una carrera enloquecida la Asamblea sólo discurre cómo pueden seguir apuñaleando “la bicha” a través de las nuevas leyes comunales. Con ellas aprobadas todo lo demás pierde sentido. Con ellas ni la propiedad, ni el depreciado Bolívar fuerte, ni la intimidad de “lo privado” seguirá siendo lo mismo. Todo dependerá del ministerio, todo estará en manos de Chávez, decidiendo a quien le toca la lotería de la expoliación, la cárcel o el destierro. “La preocupación del parásito es la conquista de los hombres”. Tenía razón Ayn Rand.
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