Si ponen el IVA, que quiten el impuesto sobre la renta
Siempre que los progresistas defiendan un impuesto sobre el valor añadido, los conservadores deben responder: gravar el consumo tiene sus ventajas, así que se tendrá en cuenta – después de derogarse la Decimosexta Enmienda.
El impuesto sobre el valor añadido se justificará como imprescindible para restaurar el equilibrio fiscal. Pero sin poner fin al impuesto sobre la renta, el IVA será sólo un instrumento colosal para seguir sometiendo a la administración a los estadounidenses.
Segura de que una crisis es algo útil de crearse, la administración Obama – que entiende que, para el progresismo, peor es mejor – ha agravado deliberadamente la confusión fiscal que catalizó la Gran Recesión. Durante la recesión, la recaudación federal se desplomó y el gasto se disparó. Y, como ocurrirá durante dos décadas, todos los días 10.000 integrantes más de la generación de los 60 engrosarán las filas de los beneficiarios de Medicare y la seguridad social, dos programas con pasivos de casi 107 billones de dólares.
En el contexto de esta sucesión de problemas, la prioridad más urgente de su administración fue la imposición de un importante derecho social sanitario nuevo sobre la desvencijada montaña del estado del bienestar. ¿Por qué? Porque la acometida de los progres en defensa de la maximalización del crecimiento del gobierno depende de generar rápidamente una crisis que se pueda considerar una amenaza al menú de prestaciones y a la divisa como reserva. Entonces la opinión pública podrá ser inducida mediante el pánico a aceptar la adición de un IVA al menú de impuestos en vigor.
Un IVA se recauda sobre el valor añadido de manera progresiva durante el proceso de producción, pero la mayor parte de su carga impositiva es soportada por el consumidor. Él no reclama devolución del IVA, de manera que su furtividad hace las delicias de la clase política, que puede elevarlo en incrementos pequeños apenas observables en los que cada punto porcentual supone 100.000 millones más.
Aunque el bienestar de la nación a menudo varía de forma inversamente proporcional al de la clase política, un IVA paliará sin duda un problema real: los americanos consumen demasiado y ahorran muy poco. Además, el alambicado código fiscal fomenta las distorsiones económicas y facilita la corrupción.
Las corporaciones no pagan impuestos, los recaudan, trasladando la carga a los consumidores en forma de coste de producción. Y el impuesto de sociedades es un festival de rentas – el cuerno de la abundancia de los créditos, las exenciones y demás subvenciones concedidas por la clase política a las corporaciones favorecidas, y agradecidas. Dado que el impuesto sobre la renta no tiene una base amplia, entraña un riesgo moral: incentiva el comportamiento perverso. El 1 por ciento de las rentas más altas presenta el 40 por ciento de declaraciones de ese impuesto; el 5 por ciento de las rentas más altas el 61 por ciento; el 50 por ciento de la base de ese margen aporta el 3 por ciento. De manera que el impuesto despierta la complacencia de la gran mayoría con el crecimiento del gobierno.
Con cada vez más frecuencia, el impuesto sobre la renta es envidia recogida en el código fiscal. Un IVA es el recurso de la clase política cuando los recursos de la minoría que está en el punto de mira de la envidia son insuficientes para financiar al voraz gobierno.
Debido a que un IVA reventará la promesa de Barack Obama de no subir ningún impuesto a los hogares de rentas inferiores a los 250.000 dólares, debe esperar que la comisión de reducción del déficit que se inventó le cubra las espaldas por su apostasía. Pero 14 de los 18 miembros de la comisión deben aprobar cualquier recomendación. Que tenga suerte encontrando dos votos a favor de un IVA entre los seis miembros Republicanos – los senadores Judd Gregg, Tom Coburn y Michael Crapo, y los congresistas Paul Ryan, Dave Camp y Jeb Hensarling.
Y aguarde a que los amos más arrogantes de la clase política, los ancianos, se manifiesten. Cuando trabajaban pagaron impuestos sobre sus rentas; jubilados, se tomarán a pecho – son virtuosos del arte de rasgarse las vestiduras – ser gravados siempre que gasten sus ahorros.
Debido a que un IVA lo grava potencialmente todo, tendría que estar plagado de exenciones. Esto se debe a que maximiza las oportunidades de la clase política de mostrar favoritismo – declarando exentos del pago, por ejemplo, ciertos productos "verdes". También amplía el margen de placer que tiene esa clase de ser autoritaria. Por ejemplo, podría reducir la regresividad del IVA – como la lluvia, un IVA cae por igual sobre ricos y pobres, pero los pobres dedican al consumo un porcentaje mayor de sus ingresos – declarando exentos la mayoría de los alimentos, pero no aquellos que el estado niñera desaprueba: "¡Deje ese refresco con gas a la vista y aléjese de la máquina expendedora!"
El dinero es tiempo hecho tangible – tiempo invertido en la obtención del dinero. El tributo es la incautación del tiempo del que lo gana. Aunque alguna fiscalidad es imprescindible, toda gravación disminuye la libertad. Sumar un IVA sin sustraer el impuesto sobre la renta limitará la libertad de los estadounidenses mucho más que la legislación sanitaria. Debido a que la Decimosexta Enmienda no será derogada, la adopción de un IVA proclamará la imposibilidad de acometer reducciones importantes del gasto, y por tanto será el testamento de la visión de gobierno limitado de los redactores de la Constitución.
© 2010, The Washington Post Writers Group
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