Tiranía cubana: La resistencia de los sinvergüenzas
El Heraldo, Tegucigalpa
Ellos, caraduras, acostumbran a parapetarse cuando las cosas se ponen mal y sienten que están perdiendo. Es la estrategia de los comunistas radicales.
Lo usan en sus luchas revolucionarias cotidianas, igual que las guerrillas en los combates: atacan y se esconden. Los dictadores lo emplean para encubrir fechorías o silenciar a la oposición.
No me extraña escuchar a Raúl Castro decir "atrincherarse" y "resistir" frente a las condenas internacionales que, una vez más, lo desenmascaran a él y a su hermano Fidel, tiranos que se adueñaron de Cuba con el pretexto de proteger a su pueblo del "imperialismo".
"La vacilación es sinónimo de derrota. No cederemos jamás al chantaje de ningún país o conjunto de naciones por poderosas que sean, pase lo que pase", aseguró Castro.
Interpreto sus palabras como arrogantes y egoístas, pisoteando la dignidad del pueblo sin respeto.
No se trata de ceder a la presión del mundo. Los hermanos Castro y su pandilla de secuaces privilegiados, que subsisten como sanguijuelas chupando lo poco que le queda a la nación, están obligados a oír las exigencias del pueblo cansado de no tener libertad, comida y papel higiénico.
La huelga de hambre que comenzó el 24 de febrero el disidente Guillermo Fariñas, tiene un significado más allá de protestar para lograr la excarcelación de todos los presos de conciencia en Cuba. De esta manera revela que hay un gobierno malo en su país y muestra lo que padecen a diario muchos cubanos que no son burócratas y no tienen carne de cerdo con tostones en su mesa.
Otro disidente, Orlando Zapata, murió tras 85 días de huelga de hambre, y muchos ni se inmutaron por este crimen de Estado. Indirectamente los Castro son culpables.
Ningún gobernante tiene el derecho de arrebatarle la esperanza a su pueblo.
La clausura del IX Congreso de la Unión de Jóvenes Comunistas, donde exhibieron como un prodigio de circo al ingenuo adolescente Elián González, fue el escenario elegido por Castro para vociferar su mensaje intransigente venido como un eco del pasado: "Si pretenden acorralarnos, sepan que sabremos parapetarnos". Esa es una señal de miedo, sentido por él y su hermano, ante el desplome lento del sistema totalitario y ruin.
Qué bien les caería que Estados Unidos suspendiera el embargo y los bloqueos económicos que rigen desde 1962. En 48 años no se resolvió el problema cubano, por lo tanto llegó el momento de aplicar otras fórmulas. El favorecido de este aislamiento ha sido el propio régimen que mantiene el status quo y uno que otro cubano de Miami que recibe dividendos en sus negocios hacia la isla.
La resistencia de los sinvergüenzas en el poder tendrá que ser más enérgica porque se enfrentan a una nueva fuerza subterránea que está creciendo. El pueblo se debe levantar del letargo embrutecedor del comunismo fracasado y tiene que empezar a reclamar sin miedo los derechos humanos y ciudadanos.
Por otro lado, sería importante escuchar las voces de intelectuales que siempre apoyan a los hermanos Castro. ¿Por qué el silencio de Gabriel García Márquez y de personajes que dizque abogan por la justicia social? ¿Será que Fidel les ordenó ingresar al Plan Pijama?
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