Banano para Irán
La semana pasada se reunió nuestro Presidente con Arturo Valenzuela, la mano derecha de Hillary Clinton en América Latina. Cuando Valenzuela le manifestó la preocupación del gobierno estadounidense acerca de las relaciones de Ecuador con Irán, el Presidente contestó algo que se adapta a una política exterior práctica: “Ecuador tiene la disposición de mantener relaciones de amistad con todos los países del mundo. Si eso implica venderle más banano a Irán, mejor”.
Eso implica que la relación con Irán se debe a un pragmático interés comercial. Pero ¿cuál ha sido la relación comercial con Irán durante la última década? Entre 2000 y 2009, Ecuador exportó a Irán un promedio de 424.903 dólares al año. Durante la misma década Ecuador exportó a Estados Unidos un promedio de 4.571 millones de dólares al año (9.930 veces más que a Irán), a la Unión Europea 1.272 millones de dólares (2.995 veces más), a Colombia 508 millones de dólares (1.196 veces más), a Perú 738 millones de dólares (1.737 veces más), y a Venezuela 282 millones de dólares (664 veces más).
Dados estos números, es difícil creer que el interés del gobierno ecuatoriano con Irán se debe a consideraciones prácticas como “venderle más banano a Irán”. También es difícil creer que la política exterior del gobierno de Correa está libre de consideraciones ideológicas cuando las relaciones comerciales con importantes socios comerciales como Estados Unidos y la Unión Europea –cuyos mercados son los más grandes del mundo– evidentemente no son una prioridad.
Los gobiernos de Colombia y Perú, en cambio, sí han mantenido una política exterior pragmática de priorizar las relaciones con sus principales socios comerciales. Ambos han firmado un tratado de libre comercio con Estados Unidos y acabaron de negociar otro con la Unión Europea. Todo esto lo han hecho sin obstaculizar el comercio con países que tienen otra orientación ideológica (Bolivia, Cuba, Venezuela, entre otros).
El comercio con países de gobiernos autoritarios, después de todo, es uno de los pocos canales de contacto con el mundo exterior que estas sociedades tienen. El comercio exterior socava el control que los regímenes autoritarios ejercen sobre sus ciudadanos.
Por eso está bien que Ecuador nunca haya roto relaciones con Irán o Cuba, y que se le permita a los cubanos emigrar fácilmente a Ecuador, donde definitivamente hay más libertades civiles y mayor prosperidad económica que en la isla.
Para seguir comerciando con Irán no es necesario que nuestro Presidente realice visitas de alto perfil a Irán, ni que se firmen convenios entre el Banco Central del Ecuador y el Banco de Desarrollo de Exportaciones de Irán (EBDI) como se lo hizo.1 Eso, lo único que logrará es distanciarnos de nuestros principales socios comerciales.
En cambio, nuestro Presidente podría aprovechar su relación con el gobierno iraní para manifestarle su desacuerdo con la represión de sus disidentes.
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