Frustración en la alianza islamista-izquierdista en Argentina
En enero de 2009 un grupo de piqueteros argentinos financiados por Hugo Chávez y por el régimen iraní, salieron a las calles con esvásticas y banderas palestinas a pintarrajear y destruir lo que pudieron del Hotel Intercontinental de Buenos Aires, perteneciente a una sociedad inmobiliaria presidida por el empresario Eduardo Elsztain.
La excusa para el ataque fue protestar contra la incursión israelí en Gaza llamada Operación Plomo Fundido, que puso fin a los misiles cotidianos lanzados por Hamas contra las poblaciones civiles de Israel.
Elsztain además de empresario es Presidente del Congreso Judío Mundial, razón que los piqueteros antisemitas utilizaron como pretexto para cometer sus actos de vandalismo, que culminaron con la detención, enjuiciamiento y condena de algunos de sus cabecillas.
En ningún momento Elsztain hizo alguna declaración o vertió su opinión acerca de los hechos en el Medio Oriente, y si lo hiciera, de igual forma que cualquier otra persona, está en el libre derecho a opinar lo que le parece sobre cualquier asunto. De eso se trata la libertad de expresión.
Sin embargo, en un devenir insólito que nos muestra una vez más el retorcido mundo en el que vivimos y en el que se maneja la izquierda reaccionaria, un grupo de intelectuales conocidos por su virulento antisemitismo ha emitido una carta de petición para que se libere a los vándalos.
El documento está firmado por, entre otros, Noam Chomsky y Gilad Atzmon (judíos que se odian a sí mismos). Personalmente creo que se harían un favor y también a la humanidad si se cortasen las venas, así no tienen que cargar con esa pesada carga de ser lo que son. Otros firmantes son Adolfo Pérez Esquivel, Laura Restrepo, las Madres de Plaza de Mayo, y algunos individuos y grupos de poca monta del Brasil, Venezuela y otras partes.
El alegato de estos comunistas, totalitaristas, es que la decisión judicial atenta contra la “libertad de expresión”.
O sea, que salir a destruir propiedad perteneciente a una sociedad anónima, de la que son accionistas miles de argentinos (católicos, cristianos, ateos, budistas o quién sabe qué), es una forma de libertad de expresión, y condenar a los agresivos delincuentes pagados por el extremismo internacional, es una violación a sus derechos.
Esa es la filosofía progresista de hoy en su manifestación más elocuente, defendida y dirigida por individuos esquizofrénicos que se regodean en millones de dólares pero claman por los pobres, los terroristas, los nazis y los islamistas.
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