Bolivia: las elecciones del punto y seguido
Madrid. - A medida que avanza el escrutinio de las elecciones locales y regionales bolivianas, se van confirmando las primeras tendencias observadas en la noche del domingo y tan correctamente recogidas en el análisis de Fernando Molina publicada en Infolatam el pasado lunes. Es verdad, como han señalado Evo Morales y otros destacados dirigentes del MAS que hay grandes diferencias entre las elecciones presidenciales de diciembre y las de este domingo, y que, por lo tanto, no pueden ser analizadas de la misma forma. Pero también es cierto, en la concepción plebiscitaria de la democracia manejada por los responsables políticos bolivianos, que cualquier consulta, aún la más intrascendente, tiene un importante componente plebiscitario en torno a la figura de su máximo líder.
De ahí la importancia de las palabras de Morales, que termina reduciendo todo el análisis a su propia persona: "Nunca podemos comparar una elección municipal, con una elección nacional, donde se definen políticas económicas. Tratar de decir que el Evo perdió pues ahí jamás podemos comparar una elección municipal con una elección (general), donde se definen políticas económicas". En el caso de que el resultado hubiera sido superior al 60 o 65%, los comentarios oídos hubieran sido muy distintos y nos hubieran recordado el carácter masivo y nacional del MAS. Algo similar a lo que expresó Morales aunque todavía con la boca pequeña: "Tenemos dos tercios de alcaldías, dos tercios de gobernadores, dos tercios en la Asamblea Legislativa, esa es la gran conciencia del pueblo boliviano".
Sin embargo, lo que de momento demuestran las cifras son unos guarismos más moderados. En las elecciones a gobernador, el MAS ha oscilado entre el 62,6% de Potosí (con el 53% escrutado), al 37,3% de Santa Cruz (con algo menos del 30% escrutado). El principal punto de disputa es Pando, donde con el 95,4% del voto contabilizado, la diferencia a favor del MAS es de tan solo 341 sufragios. Pese a todo no se puede minimizar la contundencia del resultado, de una contundencia demoledora, aunque menor a las expectativas manejadas por Morales y los suyos. Para explicar el importante caudal de votos obtenidos por el MAS Molina hablaba del voto campesino, pero para tener una idea clara de lo que ocurre hay que señalar que en muchas comunidades indígenas se vota de forma unánime: los responsables de la comunidad deciden a quien votar y los ciudadanos comuneros proceden en consecuencia, todos a una.
Estas cifras, de confirmarse, mostrarían que el proyecto hegemónico, "en términos gramscianos", elaborado por el vicepresidente García Linera comienza a encontrar algunas líneas de resistencia y que no va a ser el paseo militar que muchos esperaban, especialmente tras la conquista de los dos tercios en las últimas elecciones parlamentarias. En este escenario, algo más limitado que el inicialmente concebido, podría plantearse que la aplicación de la agenda reformista no ha llegado a su final y que estas elecciones han sido sólo un punto y seguido, y no un punto final, en el preámbulo de la revolución étnica y plurinacional que impulsa el MAS. Una revolución que, paradójicamente, encuentra en las elecciones la única fuente de legitimidad de la que puede presumir tanto interna como internacionalmente.
Pese a ello, tanto el presidente Morales como el MAS tienen una peculiar concepción de la democracia que sólo sirve a los fines revolucionarios si ganan las elecciones. Mientras éstas se ganen está bien, ya que en este contexto los comicios son la mejor prueba de que la democracia funciona, pero si las elecciones se pierden, o se obtienen malos resultados, éstas deben ser invalidadas por fraudulentas. Es lo que ha pasado en Bolivia, donde el presidente Morales ha calificado como actos delictivos la conducta de las Juntas Electorales Departamentales allí donde ganó la oposición las gobernaciones. Por eso anunció que defendería a ultranza el voto popular, el voto a favor de sus candidatos: "Tomaremos acciones penales contra estas autoridades que juegan con la democracia" y si no se avienen a razones serán encarceladas.
Estas palabras, seguidas de actos en la misma línea, como las amenazas contra el ex alcalde de La Paz, confirman la judicialización de la política denunciada por tres ex presidentes y un ex vicepresidente. También hablan del deseo del presidente Morales de liberarse a cualquier precio de sus rivales, que ya no son adversarios políticos sino enemigos o traidores a la patria. Cualquier intento de desviarse de la línea recta, marcada por el "comunitarismo" de García Linera, es una vil traición.
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