La política de Obama de maltratar a los amigos
¿Cómo es ser un aliado exterior de los Estados Unidos de Barack Obama?
Si usted es británico, estará estupefacto. No sólo por los desaires personales al Primer Ministro británico Gordon Brown – el ridículo regalo de 25 DVD, las cinco negativas antes de que a Brown le fuera concedida audiencia con El Elegido.
Tampoco es únicamente el simbolismo de que Obama devolviera el busto de Churchill que estaba en el Despacho Oval. Consulta: si había que quitarlo de la vista de Obama por fuerza, ¿no podía haber sido ubicado en otra estancia en suelo estadounidense en lugar de ser repatriado ostentosamente?
Quizá fuera cosa del funcionario del Departamento de Estado que el año pasado llegó a negar hasta que hubiera una relación especial entre Estados Unidos y Gran Bretaña, una relación cultivada por cada presidente estadounidense desde Franklin Roosevelt.
Y después está la asombrosa y casi desapercibida (en Estados Unidos) actuación de Hillary Clinton en Argentina el mes pasado. Hizo un llamamiento a Gran Bretaña a negociar con Argentina las Malvinas.
Para aquellos que no saben nada de historia – o que piensan que ésta comenzó el 20 de enero de 2009 – y por tanto no sabrán por qué esto fue un bofetón gratuito a Gran Bretaña, he aquí los antecedentes:
En 1982, la junta militar de Argentina invadió las (británicas) Islas Malvinas. Los Generales pensaron que los británicos, habiendo perdido su apetito por el suelo extranjero, lo dejarían pasar. Además, las Malvinas tienen infinitamente más ovejas que personas. Subestimaron a Margaret Thatcher (los argentinos, quiero decir, no las ovejas). Ella no estaba dispuesta a permitir la conquista de un pueblo cuya lealtad política y vínculos étnicos son para con Gran Bretaña. Envió a la Marina. El Imperio Británico las recuperó.
Después, ni Thatcher ni sus sucesores han tolerado las negociaciones. Gran Bretaña no codicia el dominio exterior y no anda escasa de ovejas. Pero sí cree en la libre determinación, y no negociará nada hasta que y a menos que los habitantes de las Malvinas indiquen su deseo de ser gobernados por una entidad política crónicamente inestable y endémicamente corrupta con una rica historia de dictaduras, mala administración económica y episodios esporádicos de locura política (véase el culto a Evita).
Como era de esperar, los habitantes de las Malvinas no han hecho ningún gesto en ese sentido. Sin embargo, inexplicablemente, Clinton trató de reabrir una cuestión que lleva casi 30 años cerrada, no sólo removiendo las brasas sin sentido sino llegando a tomar parte por Argentina (véase las negociaciones) contra Gran Bretaña – una nación que ha luchado y derramado sangre con nosotros durante la última década, y que hoy tiene diez mil tropas destacadas, muchas más que ningún otro aliado, combatiendo junto a América en Afganistán.
Por supuesto, vista la forma en que la administración ha tratado a los demás aliados, quizá no debiéramos estar tan sorprendidos.
– Obama visita China e Indonesia dentro de poco, pasando por alto la India, nuestro aliado natural y cada vez más importante en la región — idioma común, herencia común, democracia común, enemigo yihadista común. De hecho, en su entusiasmo por China, Obama insinúa un interés chino en la paz y la estabilidad en el sur de Asia, una denigración gratuita del poder y la legitimidad hindúes en favor de un rival regional de ambiciones hegemónicas.
– Polonia y la República Checa han visto derrumbarse sus planes cuando Obama revoca de manera unilateral un acuerdo balístico de defensa, consintiendo la presión desde Rusia con sus sueños de hegemonía regional sobre Europa Oriental.
– Los hondureños siguen sin poder entender el motivo de que Estados Unidos apoyara a un aliado Hugo Chávez que aspira a la prolongación ilegal de su presidencia por encima de los pilares de la sociedad civil – su Congreso, Tribunal Supremo, iglesia y ejército – que le habían depuesto basándose en el Artículo 239 de su propia constitución.
Pero los británicos, nuestro aliado más venerable y fiable, son los más confundidos. "Nosotros los británicos no sólo hablamos el mismo idioma. Tendemos a pensar de la misma manera. Somos más dados que nadie a aportar té, gestos y tropas", escribe Bruce Anderson en el Independent londinense, resumiendo con admirable concisión la base fundamental de la relación especial norteamericano-británica.
Bueno, decía David Manning, ex embajador británico en Estados Unidos, ante un comité de la Cámara de los Comunes dando parte de esa misma relación: "Él (Obama) es un estadounidense que creció en Hawai, cuya experiencia exterior fue la de Indonesia y que tenía un padre keniata. El reflejo sentimental, por así llamarlo, no está presente".
No soy dado personalmente al diagnóstico neuropsiquiátrico, pero supongo que el de Manning es tan bueno como cualquier otro. ¿Cómo se puede justificar una política hacia Gran Bretaña que carece de cualquier sentido estratégico o moral? E incluso si se pudiera, ¿cómo explica los bofetones gratuitos a checos, polacos e indios, entre otros? Tal vez cuando la Doctrina Obama se haya formulado por fin, descubramos si era resentimiento, máxima o simple descuido.
© 2010, The Washington Post Writers Group
- 28 de diciembre, 2009
- 23 de julio, 2015
- 16 de junio, 2012
- 25 de noviembre, 2013
Artículo de blog relacionados
Clarín La batalla por el Presupuesto ha sido la primera gran confrontación en...
14 de noviembre, 2010Prensa Libre Aumentar el salario mínimo en una época tan económicamente difícil no...
30 de diciembre, 2008Perspectivas Políticas Desde hace más de doce años, quienes se han ocupado de...
24 de junio, 2015- 18 de agosto, 2020