La fiesta del saqueo
El Heraldo, Tegucigalpa
En el ambiente político mexicano, caracterizado por la extrema y generalizada corrupción, se dice que los últimos días de un gobierno traen consigo la práctica desmedida del saqueo de los bienes monetarios y/o materiales del Estado. Popularmente se le llama "el año de Hidalgo".
También cínicamente le pueden decir el porqué se le denomina así: "porque chingue a su madre quien deje algo". Con toda la connotación simbólica y cultural que el verbo "chingar" tiene para los mexicanos, es una clara incitación a los funcionarios públicos para que, antes de abandonar el poder, hagan fiesta particular con los dineros del Estado.
Asimismo, los sinvergüenzas políticos también se han inventado "el año de Carranza" bajo el argumento que "el año de Hidalgo no alcanza". Ciertamente, estamos frente a un ingenioso juego de palabras, pero más que eso, a una enraizada e institucional cultura de la corrupción: se van unos y llegan otros, pero continúan con las prácticas del despojo.
Es importante aclarar que los apellidos Hidalgo y Carranza corresponden a dos ilustres personajes, el cura Miguel Hidalgo y Costilla y el ex presidente mexicano Venustiano Carranza, quienes tuvieron un papel protagónico en la historia y política de México en distintas épocas, la independencia (1810-1821) y revolución (1910-1917), respectivamente.
En algunos países las prácticas del saqueo son cotidianas y por tal razón figuran entre los más corruptos del mundo, México y Honduras son dos que campean en las listas de estados depredadores y subdesarrollados.
Las prácticas del saqueo varían y pueden ejecutarse través de los medios más burdos, desde sacar el dinero en carretillas del Banco Central hasta repartir contratos y concesiones a diestra y siniestra.
Convertir las instituciones en patrimonios personales empleando a sus parientes, amantes y sus activistas -sin cubrir los requisitos y currícula- con sueldos y viáticos elevadísimos, hasta embriagarse, alcoholizarse y endrogarse para luego desintoxicarse con el dinero del Estado, aquí no hay méritos y honradez que valgan. Esas son solo unas de las mañas más comunes en que han incurrido y siguen cometiendo servidores públicos hondureños. Las otras no las enumeramos pues escapan de los linderos de la función pública y ya entran en los campos del crimen organizado.
Los mecanismos para llevar a cabo esa prácticas del despojo cambian según la astucia y nivel educativo de los políticos; unos lo hacen con un estilo menos ordinario, otros ni hablar, su poca educación y creatividad no les da más, pero independientemente del modo, ese comportamiento es una acción delincuencial que podría ser totalmente reparable si existiera la mínima voluntad de las personas encargadas de aplicar la ley.
Es lamentable que el sistema judicial hondureño sea indulgente con los responsables de saquear el patrimonio nacional y que no estén tras las rejas. También es ingrato que un nuevo gobierno no tome la debida distancia y de manera cómplice actúe como tapadera de quienes se fueron o siguen todavía aquí y dejaron en quiebra el país.
Los gobiernos, a través de sus operadores políticos, acostumbran -aunque éticamente no deberían- a hacer ciertos arreglos y componendas para buscar consensos con otras fuerzas políticas y así alcanzar una gobernabilidad. Sin embargo, es necesario sopesar si esos enjuagues políticos ¿convienen o no convienen?, y ¿qué costos tendrán? Con un rápido análisis, es fácil prever la ruta que podría llegar a tener un nuevo gobierno, y así predecir su futuro: terminará en el estercolero que han dejado los anteriores gobernantes. De igual forma, los funcionarios al dejar el poder podrán salvarse de no ir a prisión por sus desmanes, pero jamás conseguirán salvarse del juicio de la historia.
En el caso particular de Honduras, haciendo un símil con el sistema político mexicano y de acuerdo con las múltiples denuncias que últimamente han salido a luz pública, bien puede decirse que 2009 fue "el año del Hidalgo" para quienes compartieron el poder, y 2010 es "el año de Carranza" para los que apenas han comenzado la gran fiesta.
- 23 de julio, 2015
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