Cuando el Estado colapsa
MADRID. La destrucción de los edificios que albergaban a los poderes del Estado en Haití: el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial a causa del violento terremoto que sufrió el pasado martes 12 este pequeño país caribeño, no es solamente la pérdida material de los mismos, sino el símbolo más elocuente de lo que viene sucediendo allí desde hace mucho tiempo. Esta pequeña nación (27.750 kilómetros cuadrados) con unos nueve millones de habitantes, es la más pobre del hemisferio occidental y la más corrupta de toda la región. En este momento, las autoridades de los tres poderes no tienen un sitio físico donde poder trabajar. Pero lo cierto es que ellas estuvieron ausentes desde los primeros años de su independencia (1804) convirtiéndose en un Estado fallido. Es decir, tiene todas las apariencias de serlo, pero en realidad no existe.
El terremoto de dos semanas atrás dejó por lo menos 150.000 muertos además de arrasar la ciudad de Puerto Príncipe, la capital, como si hubiera sido bombardeada de manera intensa y continuada. En una entrevista a su presidente René Preval, publicada días atrás por el diario de Madrid “La Vanguardia”, el mandatario sostiene que se está trabajando con eficiencia ya que fueron enterradas setenta mil víctimas. Hay otras ochenta mil que esperan encontrar una sepultura. Para ello se abren enormes fosas donde son puestos los cuerpos rescatados de entre los escombros. Ello motiva el enojo de los seguidores de una religión afro-haitiana, pues creen que los muertos que no reciben un funeral digno en el momento de su entierro, regresan luego al mundo de los vivos a reclamar el gesto de ingratitud y castigar a quienes no quisieron, no pudieron o no les interesó realizar alguna ceremonia fúnebre.
No es este el primer terremoto que afecta de manera tan dramática al país. Hubo otros más o menos similares en intensidad y grado de destrucción en 1755, 1770, 1842, 1887, 1904 y 1946. Además, años atrás los geólogos advirtieron de la inminencia de un sismo de grandes proporciones, a través del estudio de la Falla de Enriquillo sobre la cual se encuentra Puerto Príncipe. Las advertencias no fueron escuchadas ni se tomaron precauciones.
Haití es un ejemplo claro de lo que puede provocar la corrupción y la ausencia de un Estado. Fue el primer país de América en independizarse de la metrópoli. En 1804, después de sangrientos combates las autoridades francesas fueron expulsadas del poder y ocupó el gobierno Jean-Jacques Dessalines, un hombre de origen afro-haitiano que procedió inmediatamente a nombrarse emperador. Fue asesinado dos años más tarde y ocupó el trono del imperio Henri Christophe que se proclamó a sí mismo emperador con el nombre de Henri I. Fue el inspirador de la Citadelle Laferriere, una fortaleza construida a unos mil metros de altura, convirtiéndose en la más grande construida en toda América. Sus 365 cañones estaban preparados para defenderse de cualquier posible ataque de la armada francesa que nunca llegó y los cañones comenzaron a oxidarse sin haber disparado una sola salva.
El presidente Preval reconoce que el país depende enteramente de la ayuda internacional, una práctica que, según me dijo no hace mucho una funcionaria de Naciones Unidas, crea costumbre y la población piensa que los demás están obligados a mantenerla. Nadie trabaja, o trabaja muy poco, ya que la comida vendrá gracias a la misericordia internacional. Preval relató que al llegar los aviones trayendo ayuda, no había camiones para transportar las cajas de alimentos, medicinas, tiendas de campaña. Mucho menos había depósitos para ir almacenando toda esa carga. La distribución se realiza arrojando bolsas al aire para quien las alcance lo que motiva con frecuencia peleas sangrientas entre quienes tuvieron la suerte de agarrarlas y quienes desean apoderarse de ellas porque todos están pasando hambre.
Con una ingenuidad que causa pánico, el presidente asegura que Puerto Príncipe será reconstruido. Pero será donde indiquen los geólogos, de acuerdo a un ordenamiento trazado por los urbanistas y siguiendo las indicaciones de ingenieros de cómo se debe construir para evitar los desastres que hoy están a la vista. Haití sufre las consecuencias de la imprevisión, la corrupción generalizada, la falta de educación, la falta de justicia y de autoridades interesadas en llevar adelante el país.
En síntesis: un Estado fallido cuyas características y consecuencias pueden repetirse en cualquier país que caiga en los mismos errores.
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