Aportes de Fidel a la libertad
De toda la gran cantidad de médicos cubanos que fueron enviados a Venezuela para colaborar con la revolución bolivariana, quinientos decidieron darle con la puerta en las narices tanto a Chávez como a sus titiriteros de La Habana. A través de un complicado sistema relacionado con la obtención de pasaporte, otros documentos personales y la visa necesaria de los Estados Unidos de Norteamérica, estos médicos emprendieron el camino que los llevó hasta Miami, donde hoy se encuentran residiendo. Si la enseñanza en las universidades cubanas es tan buena como no paran de cacarear los admiradores de los Castro (ahora hay que hablar en plural porque ya son dos y no uno solo), en los próximos meses la calidad de la atención médica en la Florida mejorará de manera notoria. La política de “salud gratis para todos” impulsada por Barack Obama, que acaba de ser aprobada por el Congreso, recibe de este modo un refuerzo estupendo de nuevos quinientos médicos. Mejor salud para el “imperio”.
Estos quinientos médicos cubanos pertenecen todos ellos a la misma promoción ya que se graduaron en el 2007 y los antiguos lazos de compañerismo han hecho que se ayuden los unos a los otros. Uno de ellos dijo que la cifra que se maneja es que, desde 2006, dos mil médicos han abandonado la isla por este medio. El único problema con el que tropiezan es que para abandonar Venezuela deben obtener un permiso especial de las autoridades del país. Pero en la república socialista bolivariana persiste una vergonzosa costumbre universal: el soborno. Así, con el pago de sumas que van de trescientos a dos mil dólares (entre 1.392.000 y 9.280.000 guaraníes al cambio de la fecha), se han logrado dos conquistas: darle la oportunidad de liberarse de la mísera vida a la que están condenados a soportar en la isla a quienes ya no la soportan, y al mismo tiempo mejorar la economía del funcionariado público de la República Socialista Bolivariana de Venezuela. Mientras tanto, en el paraíso socialista que creó Fidel los productos alimenticios siguen cayéndose de la cartilla de racionamiento y se calcula que entre este año y el próximo, Cuba tendrá que importar el ochenta por ciento de los alimentos que consumen sus habitantes, los que habitan un espacio donde más de la mitad de su territorio está sin trabajar.
Al asumir el poder debido a la enfermedad de su hermano, Raúl Castro prometió que haría cambios fundamentales. Se creyó que se produciría una apertura, pero los “cambios” fueron estrechar aun más la represión en todos los ámbitos. Lo único que en realidad cambió fue la política paternalista de su hermano Fidel que buscaba cubrir gratuitamente todas las necesidades del pueblo: comida, ropa, educación, escuela, salud, de manera independiente a las cualidades laborales y productivas de la persona. Raúl ha decidido realizar grandes recortes a esa política que le cuesta al Estado ochocientos millones de dólares anuales. Hay que reconocer la sinceridad que utilizó al decir que tales gastos hay que eliminarlos porque la situación se ha vuelto insostenible. “Además, dijo, está provocando que la gente sienta que no tiene necesidad de trabajar”. Es comprensible que los médicos destinados a apoyar a otro “paraíso socialista” en vías de construcción, hayan buscado los medios más apropiados para huir y buscar un sitio donde puedan vivir como seres humanos.
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