¿Perdonar al comunismo?
El último mes del año 2009 terminó con la expulsión de 4.000 miembros de la etnia hmong de Tailandia a Laos, en un intento de mejorar las relaciones con el régimen comunista, pero olvidando que aquellas personas habían huido de la dictadura socialista hace unas tres décadas.
Mientras tanto, el 2010 comenzó con la tradicional conmemoración de la revolución cubana, que este 1 de enero cumplió 51 años, aunque no hubo grandes fiestas. Cinco décadas de persecución, opresión y aislamiento comunista, que además prohíbe la libertad de expresión, de prensa y de asociación política. Los revolucionarios tumbaron a un dictador que estuvo unos siete años, para imponer a otro que duró casi medio siglo.
Es una pena que aún no se haya aprendido de los horrores causados por el sistema perverso comunista, que pretende rehacer al hombre y cambiar la naturaleza.
Sería reprochable y hasta un delito, en algunos países pintar esvásticas, colgar imágenes de Hitler o portar camisetas con la efigie de Mussolini. Sin embargo, cuando se pintan el martillo y la hoz, se compran remeras con la cara de Lenin, el Che o Castro, solo se toma como un acto “revolucionario” y hasta racional, siendo todo lo contrario.
El régimen soviético, al igual que el nazismo, mató a millones de personas durante su hegemonía comunista en varios países de Europa y Asia Central.
“La tasa de muertos ha aumentado drásticamente en Karlag (gulag) (…). Luego de pasar un turno de trabajo en el hielo, muchos son incapaces de calentarse en las frías barracas (…) y mueren sin recibir ayuda médica alguna”, dice una escalofriante nota de 1943 del servicio de seguridad soviético NKVD, el cual fue reproducido hace unos días por la agencia Reuters.
Los gulags eran los campos de concentración, similares a los que tenían los nazis. Allí, alemanes, rusos disidentes del comunismo y religiosos, fueron obligados a realizar trabajos forzados, emulando a la esclavitud, para sostener a un sistema totalitario, tan cruel como el nazismo. Esto, sumado a las bajísimas temperaturas especialmente en Siberia y Kazajistán.
Si bien es cierto que la Gran Campaña del Terror estalinista es reconocida mundialmente, Dolinka o Solovkí no se recuerdan frecuentemente como los campos de exterminio en Auschwitz o Majdanek.
Aunque no hay cifras oficiales de cuántas personas murieron en los gulags comunistas, el número de víctimas de los soviéticos varía entre 15 y 20 millones. En la cifra global, el número de opositores y perseguidos ascendería a unos 51 millones, según datos del Libro negro del comunismo, elaborado por un plantel de intelectuales franceses hace más de una década.
Muchos aún pretenden negar el pasado oscuro que tiene el socialismo extremista en el mundo. Incluso, el Gobierno ruso no está dispuesto a discutir lo que pasó hasta hace dos décadas en su país. El mismo presidente Dmitri Médveded había declarado que los crímenes del pasado debían ser perdonados.
Preso por contrarrevolucionario, fusilamiento por disidente, encarcelamiento por apoyo al nazismo, muerto por espía del enemigo, así “justificaban” las muertes de escritores, sacerdotes, políticos, músicos, artistas y rusos de origen étnico distinto.
“Hoy de nuevo vemos fotos de Lenin y Stalin por todas partes. Me parece un escándalo. El comunismo nunca debería ser perdonado”, afirmó Mikhail Shmulyov, quien fue encarcelado por no suicidarse cuando fue capturado por las tropas alemanas en la década de 1940. A pesar de sus 90 años, quiere que se conozca lo que pasó en la Unión Soviética.
Stalin y los soviéticos merecen la misma sanción moral e histórica que Hitler y sus seguidores. No se puede apreciar la libertad, si antes se alaban sus ideas contrarias.
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