Brasil y Argentina, mediocres emisarios de Bolivia
“Una relación pobre es la cosa más irrelevante de la naturaleza”
-–Charles Lamb
La capacidad diplomática de Bolivia es tan rústica, extensión natural de su presidente Evo Morales y su canciller, David Choquehuanca, que acudió a Brasil y Argentina, para que intercedan por ella en sus derruidas relaciones con los Estados Unidos.
Brasil dejó de ser interlocutor válido desde que Lula y Ahmadineyad se abrazaron, besaron y toquetearon en Brasilia. Y Argentina que estaba en su punto más bajo con los Estados Unidos cuando Néstor Kirchner era presidente, descendió muchos escalones adicionales desde que su mujer asumió el mando.
Cristina no sabe nada de nada con excepción de carteras, pero de lo que menos entiende es de relaciones exteriores. Desde que los demócratas norteamericanos nombraron a su nueva embajadora en Buenos Aires, Vilma Socorro Martínez, progresista, mujer y latina, como la Kirchner, para que puedan simpatizar. Todo les ha salido mal.
El antiamericanismo es parte esencial del izquierdismo latinoamericano, independientemente de quién ocupe la Casa Blanca. En la Argentina es más fuerte que en el resto del hemisferio, con 84 por ciento de rechazo a los norteamericanos, según La Nación, lo que la convierte en el país más antiamericano después de los estados árabes.
El último choque con Washington se produjo cuando Arturo Valenzuela, chileno-americano, encargado de supervisar los lazos entre Washington y América Latina, dijo que en la Argentina no hay seguridad jurídica. El comentario no fue al garete. La multinacional Kraft sufrió agresivos embates sindicales por despedir empleados. Los piqueteros de profesión, hacen lo que les da la gana contra cualquiera, con el consentimiento gubernamental.
La Casa Rosada saltó hasta el techo por el comentario, al punto que Jorge Taiana, su Ministro de Relaciones Exteriores, pidió que Washington se retracte. Demanda típica del acomplejado político pueblerino tercermundista. Los bolivianos actuaron igual antes de romper relaciones con el Tío Sam. El resentimiento del gobierno argentino hacia Estados Unidos no es diferente al del boliviano. El primero porque se cree más, y el segundo porque se sabe menos.
Según otro sondeo de La Nación, 90 por ciento de los argentinos opina que efectivamente, no hay seguridad jurídica en la Argentina. Obviamente donde no hay seguridad jurídica tampoco puede haber seguridad física, y los crímenes son el almuerzo de cada día, explotados cínicamente por los medios sensacionalistas que viven exclusivamente de ello.
Pues bien, pese a que los gobiernos brasilero y argentino están en la lista negra, todavía están en la lista. Los bolivianos están en la cloaca de las relaciones internacionales y están pidiéndoles ayuda diplomática a sus socios ideológicos, para mejorar su vínculo con los odiados gringos.
Bolivia necesita dar trabajo a miles de obreros de la industria textil que vivían de las exportaciones a Estados Unidos. Las confecciones bolivianas se encuentran entre las de mejor calidad del mundo. Las multimillonarias exportaciones a firmas como Ann Taylor, The Gap, J.Crew, Saks Fifth Avenue, Neiman Marcus, Nordstrom, Polo y otras marcas de primera línea, han quedado estancadas o limitadas, debido al rompimiento de los tratados comerciales que existían antes de que Evo Morales tomara el poder.
Solidarios con su camarada socialista, Argentina y Brasil pidieron a Estados Unidos restituir a Bolivia las preferencias arancelarias del programa ATPDEA (Ley de Preferencias Arancelarias Andinas y Erradicación de Drogas) que premia los esfuerzos antinarcóticos de Colombia, Ecuador y Perú con una exención tributaria para sus exportaciones.
La sutil diferencia es que en Bolivia el narcotráfico está en auge, y Estados Unidos no va a cambiar su política aduanera a menos que los bolivianos abandonen la delincuencia. Eso implica la erradicación de los cocales, asunto que atañe directamente a Evo Morales que es el jefe de los productores de coca, con quienes formó su base electoral y su partido.
Posteriormente vendría el juicio a los fabricantes y traficantes de la droga más sus cómplices, que incluye a la policía y otras autoridades, entre ellas el presidente y sus ministros.
La intermediación del insincero Lula y la corrupta Kirchner a favor del narcotraficante Morales, simplemente sirve para destacar la estirpe de esos mandatarios. Nunca América Latina ha tenido gente de tan baja calaña en el poder como la actual tanda de gobernantes progresistas.
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