Guatemala: Jóvenes y ProReforma
Muchas personas que critican la propuesta de proReforma de establecer un SENADO con personas maduras no han reparado en que éste no tendría más poder que fijar las “reglas del juego” dentro de las cuales los políticos jóvenes o viejos pueden ejercer el poder, inclusive manejar el presupuesto, lo cual estaría a cargo de la Cámara de Diputados, en que la edad requerida sería de 30 años.
Jóvenes y adultos, naturalmente desean vivir en un país sin pobreza y sin violencia. Así que, en cuanto a las metas y los ideales, no hay discusión. La discusión debe dirigirse a los medios para lograrlo, sin caracterizar a quienes están en desacuerdo como pícaros.
No se trata de desmerecer a la juventud, sino de ser realista en cuanto a que se aprende mucho con los errores o éxitos en la vida. Así como no sería prudente encargar el manejo del patrimonio familiar a los jóvenes —habrá excepciones— sin comprobada exitosa experiencia, tampoco sería prudente depositar el patrimonio y el futuro de toda la nación en la juventud con mucho idealismo pero poca experiencia. La experiencia enseña prudencia, humildad, enseña que la mala conducta no conduce al bienestar, enseña que la realidad no es el ideal. Todos sabemos que la experiencia educa, y entonces ¿por qué no aprovecharla para bien del país?
Para concebir el concepto de justicia no se necesita ser abogado ni adulto: se aprende con los padres, hermanos, amigos, etcétera: “no me hagas por la fuerza lo que no quieres que te haga yo a ti”, y eso se llama reciprocidad, igualdad de derechos. Ello es un regla tácita de conducta social necesaria para la paz y el progreso: es un principio, no una ideología. El buen comportamiento se aprende con experiencia en el hogar, con los padres. Nuestra educación principal no es en las aulas: es en la vida. La escuela nos ilustra para ser útiles y colaborar con los demás. El modelo de organización familiar es paternalista y se espera de la familia mayor solidaridad entre familiares que entre extraños. Se tiende a cuidar los intereses de los otros miembros sin nada a cambio, y si hay discrepancias, el Juez Supremo —el padre o la madre— da el fallo que cree justo. Se supone que si cada quien se encarga de sus propios intereses, respetando las iguales reglas, todos serán mejor servidos. No quiere decir que no habrá discrepancias, pero no gustan los “preferidos” y cualquiera, aunque personalmente sea menor dotado de habilidades naturales que los otros, resiente ser discriminado. Se sienten leales solidarios entre sí aún cuando están en desacuerdo. No hay competencia por escasos alimentos ni espacios, y es realmente una sociedad comunista, basada en el ideal de Carlos Marx, “a cada quien según sus necesidades y de cada quién según su capacidad”. Si alguien enferma, todos se sacrifican. Pero la experiencia —edad— enseña que ese modelo de organización no se puede trasladar a una sociedad entre extraños, entre ciudadanos que componen la sociedad.
¿Quiénes llegarían al SENADO como está propuesto? No discrimina a nadie, pues las reglas son iguales para todos. Llegarían personas electas por sus contemporáneos quienes conocen mejor su trayectoria, demostrada a través de los años —no por sus promesas— como ciudadanos responsables, con buen juicio, cualidades que necesitan madurez, y por eso proReforma ha escogido un sistema para integrarlo, distinto al acostumbrado para la Cámara de Diputados.
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