Cuando el encanto se desgasta
Y nadie podrá decir que reniega de la competencia.. ("Yo no traigo conmigo hoy una solución definitiva a los problemas de la guerra". Observe la adjetivación superflua). Ni del énfasis innecesario. ("El mal sí existe en el mundo".) Ni del utopismo desfasado. ("No vamos a erradicar el conflicto violento en nuestra vida". Pero en la vida de alguien sí). Ni por anunciar con solemnidad algo que nadie pone en duda. (Puede haber una guerra justa). Ni del almíbar intelectual que debería poner en la calle a los redactores de discursos y dar trabajo a editores. ("No tenemos que pensar que la naturaleza humana es perfecta para seguir creyendo que la condición humana se puede perfeccionar". Si la "condición" humana puede alcanzar la perfección de alguna forma, la naturaleza humana no puede ser imperfecta de forma reseñable).
A continuación participaba el 13 de diciembre en "60 Minutes" echándose flores con otra denigración gratuita de su predecesor, alias "los ocho últimos años". (Marcados por "una sensación de triunfo injustificado con la guerra"). Cuando el fiscal general Eric Holder anunció que los cinco terroristas imputados serían juzgados en salas federales, decía: "Tras ocho años de retraso…" Cuando el Grupo de Trabajo del Servicio de Prevención de los Estados Unidos realizaba la polémica recomendación de que las mujeres se hicieran mamografías con menor frecuencia, la secretario de Salud y Servicios Sociales Kathleen Sebelius decía: "Este panel fue elegido por la administración anterior, por el ex Presidente George Bush". Durante una vista ante el Congreso, el Secretario del Tesoro Timothy Geithner casi se ponía a improvisar. Decía que la administración Obama comenzó después de "casi una década" — pequeña pausa — "desde luego ocho años de negligencia básica".
En el extranjero, los frutos de la política "de diálogo" del presidente han sido raquíticos: vea la prolongación sin novedad por parte de Irán de su programa nuclear y China poniéndose imposible con las emisiones contaminantes. He aquí una lección de la historia para una administración que, considerándose el colofón de la historia, solamente está interesada en los ocho años más recientes de ella: en la cumbre de junio de 1961 en Viena, el Presidente John Kennedy, recién salido de su tropezón de Bahía Cochinos, se mostraba nervioso ante el brutal desprecio del Premier soviético Nikita Kruschev, que consideró a Kennedy un inmaduro. El Primer Ministro de Gran Bretaña Harold Macmillan observaba astutamente que Kennedy "se ha topado con un hombre inmune a su encanto".
Una persona sólo puede ser novedad una única vez, y sólo durante un breve periodo de tiempo, y el encanto, al igual que cualquier talento, se convierte en un activo del que desprenderse cuando se vuelve antieconómico. Todo esto está relacionado íntimamente con el debate de la sanidad ante el Senado, que ahora llega a un curioso apogeo en medio de otro exceso de descuidada grandiosidad.
Los partidarios del proyecto del Senado afirman que cubrirá a los que no tienen seguro. La Oficina Presupuestaria del Congreso afirma que 24 millones de los 46,3 millones que no tienen seguro van a seguir sin tenerlo. Los partidarios afirman que rebajará el gasto individual y el aumento del gasto en sanidad. El Centro de Servicios de Medicare y Medicaid afirma que el gasto sanitario del país y el coste de la póliza de seguros crecerán.
Hoy hay más independientes que Demócratas, más independientes que Republicanos, y según una reciente encuesta Gallup, la popularidad del Congreso de mayoría Demócrata entre los independientes (el 14%) es inferior al índice de popularidad de los Republicanos (17 por ciento). Este es el resultado en parte de la monomanía con la sanidad que sufre el partido en el poder. Considere lo sucedido hace poco en Kentucky.
Allí un candidato Republicano logró capitalizar unos comicios al Senado del estado. En considerable inferioridad de gasto en campaña en un distrito en el que los Demócratas disfrutan de una desigual ventaja en el censo, el Republicano obtuvo por un margen de 12 puntos el escaño de Frankfort a base de cargar contra Washington – contra Nancy Pelosi, Harry Reid y su legislación sanitaria.
Una encuesta de la CNN muestra que el 36% de la opinión pública es favorable a lo que intenta hacer el Senador Demócrata a la sanidad, con el 61% en contra. Está claro lo que la opinión pública quiere que el Congreso haga: borrón y cuenta nueva.
De manera que los Republicanos podrán ganar en 2009 deteniendo el proyecto en seco, o en 2010 diciendo: la impopular legislación sanitaria fue aprobada gracias al recurso legislativo del 60-40 con disciplina de partido a favor de someterla al voto del Senado. Cada titular Demócrata es por tanto responsable de todo lo contenido en el proyecto de ley aprobado.
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