El Salvador: La cátedra de Artana, y la otra

Unos dicen ser de derecha. Otros de izquierda. Disfraces obsoletos con los cuales, unos y otros, pretenden ocultar su verdadera condición. La de ser pescadores en río revuelto.

En tan ajetreado contexto no pudo haber sido más oportuna la reciente visita de Daniel Artana, economista jefe de la Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas (FIEL), de la Argentina. Una institución a la cual demasiadas veces se ha desoído.

Es cierto, tengo una ventaja para hablar de Artana: es uno de los dos o tres analistas a los cuales leo desde hace más de veinte años para mantenerme informado sobre la evolución de la economía argentina. Nadie puede discutir su seriedad: habla de economía sin necesidad de escudarse en ideología.

Y ante temas tan cruciales como la reforma tributaria, es importante escuchar la opinión de investigadores sin vínculo alguno con la política doméstica, más aún cuando la voz de la academia universitaria local no es audible. Sea porque habla demasiado bajo. O porque no tiene micrófonos.

Artana, quien hace poco más de un año había elaborado el capítulo tributario de la "Estrategia económica, social e institucional 2009-2014" de Fusades, calificó a la propuesta de reforma como ambiciosa y compleja, y lejos de desacreditarla aportó sugerencias puntuales.

Por ejemplo, luego de recordarnos que no hay tal cosa como un sistema tributario óptimo, destacó la necesidad de modernizar al Estado y de hacer eficiente el gasto, indicando (para sorpresa de algunos…) que los impuestos no afectan mucho al crecimiento en el largo plazo. Las instituciones, la seguridad jurídica, y la infraestructura son más importantes.

Aclaró, naturalmente, que la validez de tal premisa se relativiza en el corto plazo, particularmente en un contexto recesivo.

Otra sugerencia que pudo haber sorprendido a varios, aun cuando ya la había hecho el año pasado…, es que los incentivos tributarios generan más problemas que soluciones. Buscadores de prebendas, abstenerse.

En lo concerniente al impuesto sobre la renta, reiteró una recomendación que también ya había efectuado en 2008: utilizar reglas estrictas de capitalización exigua para limitar la deducción de los intereses pagados en la liquidación del impuesto si la deuda alcanza, por ejemplo, a 2.5 veces el patrimonio de la empresa.

En lo que respecta al impuesto sobre los intereses cobrados, destacó con razón que "lo más probable es que los mayores depósitos en el exterior de particulares de altos recursos no sean declarados y, por lo tanto, escapen al intento de mejorar la progresividad del impuesto". Indudablemente eso es lo que ocurrirá, haciendo regresivo al tributo: los pobres pagarán en El Salvador mientras que los ricos no pagarán en el exterior.

En otros impuestos puntualizó aspectos técnicos que deberían revisarse: la extraña diferenciación de alícuotas por grado de alcohol. O el impuesto a la primera matrícula: ¿por qué no a todo el stock de vehículos? (claro, una vez que exista un sistema de transporte público decente…).

La contratación de Fusades no pudo haber sido más acertada, sobre todo en estos días en que la institución ha recibido insólitos e injustos ataques. La posición de Artana está lejos de beneficiar a grupos de interés. Que siempre existirán.

Finalmente, una anécdota: hace unos meses, de paso por Buenos Aires, llegué a las oficinas de FIEL para saludar a Artana. Hablamos de la Argentina, claro. Y recibí una cátedra de economía.

No fue la única del día, pues al salir de su oficina, a pasos de la calle Florida, tomé el metro para luego de una hora bajar en la última estación de la línea D, cerca de la cancha de River: era miércoles, caía la tarde, y la gloriosa banda roja jugaba en el Monumental. Segunda cátedra. Esta vez de fútbol.

Hasta la próxima.

El autor es Ingeniero. Máster en Economía (ESEADE, Buenos Aires). Columnista de El Diario de Hoy.