Argentina: La verdadera reforma electoral ya se hizo a fuerza de billetes
Por Sergio Crivelli
La Prensa, Buenos Aires
Ricardo Colombi ganó las elecciones a gobernador en Corrientes como candidato opositor, pero después pasó por Olivos, se fotografió con el ex presidente y acto seguido se reveló kirchnerista para 2011. En voz baja sus colegas lo justifican alegando que deberá gobernar una provincia quebrada y necesita el auxilio del Tesoro Nacional.
El jueves último juró como senador nacional Nito Artaza y aseguró que se sumará al opositor bloque radical, pero aclaró que votará de acuerdo con lo que diga Colombi por el bien de su provincia. Esta es apenas una muestra más del grado de anormalidad (vulgo, "borocotización") que padece el sistema político desde 2003, año en el que la economía comenzó a recuperarse y el estado nacional a recaudar como no se recordaba en décadas.
Este giro de la situación fiscal se produjo porque en plena crisis de 2002 fueron sancionados impuestos como el del cheque, el grueso de cuya recaudación va al bolsillo del Estado nacional, mientras que las provincias reciben mucho menos. Con las retenciones pasó otro tanto. Que las provincias recibieran menos y la Nación, más, cambió el equilibrio de poder y permitió que Néstor Kirchner se pusiera a coleccionar dirigentes opositores de todos los colores. Diputados, senadores, gobernadores, senadores e intendentes se pasaron a sus filas alegremente, sin reparar en pertenencias partidarias o cuestiones ideológicas. Desde socialistas combativos a la derecha más rancia.
La "billetera" pulverizó a lo que quedaba de partidos e instituciones. Sindicalistas, piqueteros, caciques del conurbano, intelectuales de izquierda, dirigentes "progre", diputados ingresados en las listas de Ricardo López Murphy o de la izquierda, etcétera, etcétera. Desde el comunista Heller hasta el cegetista Moyano. Todos en la misma bolsa.
Esto ha generado deformaciones institucionales y políticas cada día más notorias. Por eso lo que apruebe el kirchnerismo en el Senado el miércoles tendrá una importancia secundaria. Diputados y senadores ya votaron de hecho la reforma electoral cuando aprobaron en los términos que les exigía el gobierno la estatización de las AFJP y los impuestos que fortalecieron la "caja" de Néstor, mientras las provincias enfrentan déficits en aumento. Después de eso votar las internas abiertas y simultáneas resulta un acto banal.
Pero las consecuencias que provoca la política clientelar en gran escala financiada por el Tesoro Nacional no terminan allí. Como la ideología, la pertenencia partidaria y la simple coherencia lógica tampoco cuentan cualquiera puede decir cualquier cosa. Los mismos que derogaron las internas abiertas en 2006, ahora las reclaman con urgencia y exigen votarlas a libro cerrado. Otro tanto es aplicable a los que usufructuaron las listas "espejo" y las candidaturas "testimoniales" y ahora se aprontan a eliminarlas.
Como el principio de no contradicción se ha vuelto una futilidad y cualquiera hace una cosa un día y la contraria al siguiente la irracionalidad también causó estragos en el sistema. El Senado, por ejemplo, se convirtió en una escribanía. En lugar de Cámara revisora de los proyectos aprobados por Diputados, los protocoliza sin cambiarles una coma.
Además, el gobierno, que hizo estallar a los partidos mediante el clientelismo extremo ahora quiere un sistema bipartidista. En Diputados hay 257 legisladores y 47 bloques, es decir un bloque cada 5 legisladores. En el Senado hay 72 senadores y 23 bloques. Un bloque cada tres senadores. Proliferan los microemprendimientos y las mayorías se construyen tras pasar por varias ventanillas.
Otro testimonio de que la ideología se ha vuelto por completo superflua se dio el martes en el Senado. La reforma apunta claramente contra los dirigentes que no están en venta: Mauricio Macri y Francisco de Narváez. Uno, porque maneja un distrito "rico". El otro porque es rico. Pero curiosamente la única dirigente opositora que concurrió a cuestionar la iniciativa oficial fue la trotzkista Vilma Ripoll.
En suma, el reclutamiento en masa de dirigentes, punteros, barrabravas, militantes, etcétera, con dinero fiscal desquició el sistema político y ahora se intenta reordenarlo "pro domo Kirchner" con un proyecto "aparatista". Pero el principal problema que generaron las prácticas de los últimos años no es el de la atomización de los partidos sino la brecha abierta entre la sociedad y una dirigencia que gira en el vacío, ofuscada por su propio interés, algo que no arregla ninguna reforma electoral.
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