El legado invisible de Adam Smith
Uno de los personajes históricos más renombrados del año ha sido Adam Smith. Su imagen como precursor intelectual del capitalismo y el laissez faire, ha generado todo tipo de cuestionamientos ante una crisis detonada por el prurito desregulador que limitó la intervención del Estado en los mercados financieros.
Frente a las diatribas e interpretaciones formuladas a las tesis de Smith vale la pena preguntar si todo lo que se le atribuye a este escritor escosés corresponde a su filosofía, o si por el contrario, ha sido utilizado como un comodín al cual se le "imputan" equivocadamente doctrinas de otros.
Exámenes detallados a su vida y obra, como los realizados por el biógrafo James Buchan o el académico Gavin Kennedy, encuentran la respuesta. Dentro del millón de palabras publicadas por Smith se aprecia que la expresión "laissez faire" no aparece por ningún lado y la mal llamada "teoría de la mano invisible" se limita a tres menciones en toda su obra sin ningún desarrollo teórico. Una de ellas se da en Teoría de los sentimientos morales (1759), otra en la famosa Riqueza de las naciones (1776) y finalmente en el libro póstumo Historia de la Astronomía. En cada una de ellas el sentido corresponde más a una metáfora que a una formulación académica.
¿Qué pasó entonces con Smith? ¿Dónde está su teoría de la mano invisible? ¿En que consiste su doctrina? Al responder estos interrogantes basándose en sus publicaciones, se hace notorio que estamos ante uno de esos pensadores que se citan, mencionan y analizan con frases de cajón. Una evaluación minuciosa demuestra que su verdadera esencia es la de un filósofo moral dedicado a indagar sobre los móviles del ser humano y sus efectos en la sociedad. Inclusive en sus doctrinas económicas se observa como Smith, contrario a lo predicado por intérpretes y detractores modernos, respalda en determinadas ocasiones la existencia de algunos monopolios, la imposición de restricciones comerciales, la fijación de impuestos a los bienes de lujo, la adopción de límites a las tasas de interés y la fijación de estándares para la producción de bienes.
Justo cuando en el 2009 se conmemoran doscientos cincuenta años de Teoría de los sentimientos morales, obra en la que Smith se dio a conocer, es necesario que su pensamiento sea desempolvado sin el velo de las adaptaciones amañadas ni mucho menos de las adecuaciones ideológicas acomodaticias. En sus páginas queda plasmada la profundidad de una visión anti-autoritaria, democrática y liberal. Igualmente se examinan los juicios éticos y morales del ser humano ante el lente distorsionado de la sociedad, llamando a una mayor perseverancia individual para obrar como observador imparcial del acontecer colectivo, sin caer en la oscura dominación de los prejuicios.
Lo ocurrido en los últimos dos años corrobora que todo sistema de organización social falla cuando se relativizan los valores morales y éticos que lo guían. La crisis que tuvo epicentro en los mercados financieros norteamericanos se desató por la combinación de desregulación con sentimientos morales guiados por la codicia individual sin dimensionar su derivación social.
Analizar los sentimientos que dominan al ser humano y lo llevan a producir efectos positivos y negativos en la sociedad fue la mayor preocupación de Adam Smith. Es una lástima que este legado se haya tornado invisible pero nunca es tarde para recuperarlo.
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